Cuento popular
Este era un padre que
tenía tres hijos. ia vida de ese padre estaba en una hierba, y todos los día
venía el caballito de site colores y se comía la vida; y esto causaba una
gravedad al padre.
El padre, dijo al hijo
mayor que él tenía que coger el animal que se comía la hierba, que era la vida
de su padre. El hijo compro una lira, una hamaca y un papel de alfileres. Se
puso a cantar y le cogió el sueño y no pudo ver el animal que se comía la vida
de su padre, que se estaba muriendo.
Dijo el segundo.
-Ya que mi hermano se
durmió y no pudo coger el animal, yo lo cogeré.
Hizo lo mismo que el
otro, pero también se durmió y no vio el animal que aniquilaba diariamente la
vida del buen padre.
El hijo más pequeño hizo
lo mismo, y tuvo la suerte de no dormirse y coger al caballito de siete
colores. El caballito le suplicó que lo soltara, prometiéndole no volver a
comerse la vida de su padre. Juanico le dijo que no, que lo llevaría donde su
padre. El caballito le dijo que cuando llegara donde su padre lo dejara irse,
que su papá lo mataba.
-Ya yo estaré listo con
una silla y freno, y tú te vas conmigo a comer tierra.
Así lo hizo y se fueron.
Cuando no corrían por tierra, iba volando; porque el caballito volaba. En una
ocasión que iban volando, Juanico cogió una pluma en el aire y se la enseñó al
caballito. El caballito le dijo que por esa pluma lloraría muchas lágrimas.
Llegaron a un pueblo y se
hospedaron donde un rey. La reina se enamoró de Juanico y lo enamoraba
constantemente, pero él se negaba y le dijo que no, porque el rey se ponía
bravo; que él no le hacía eso al rey.
Ella, por vengarse del
desprecio que le hacía, le dijo al rey que Juanico decía que él se atrevía a
coger el pájaro de la pluma que tenía en el sombrero. Entonces el rey llamó a
Juanico y le dijo:
-¿Es verdad que tú dices
que te atreves a buscar el pájaro de esa pluma que llevas en el sombrero?
-Yo no lo he dicho -dijo
él-, pero si usted quiere yo lo hago.
Se fue donde el caballito
y se puso a llorar. El caballito le preguntó que tenía, y él le dijo que la
reina le había dicho al rey que él iba a conseguir el pájaro de la pluma.
-¿Ya ves, Juanico -le
dijo el caballito- que yo te dije que sufrirías por esa pluma? Móntate y
vámonos.
Se fueron, y llegaron a
una laguna donde había muchos pájaros ponzoñosos. El caballito le dijo a
Juanico.
-No te metas que eres
perdido -y se fueron a otra laguna, y le dijo el caballito:
-Coge el pájaro ahí, pero
cuando te veas apurado llámame.
Juanico se metió en la
laguna y le cayeron todos los pájaros.
Cuando ya estaba muy
apurado dijo:
-Caballito de siete
colores, ¿dónde estás? ¡Váleme!
Vino el caballito y le
dijo:
-¿Por qué no me llamabas?
Coge el pájaro y vámonos.
Se fueron y le llevó el
pájaro al rey.
Entonces la reina, más
enamorada que antes y más desdeñada que antes, le dijo al rey que Juanico decía
que se atrevía a coger la hembra. Lo llamó el rey otra vez y le dijo:
Ve y búscala.
Volvió de nuevo Juanico
donde el caballito. Este le preguntó que tenía, y le dijo lo que le pasaba.
-¿Yo no te lo dije,
Juanico, que ibas a llorar por esa pluma? Súbete y vámonos.
Se fueron y llegaron a
otras lagunas. El caballito le dijo que si veía los animales con los ojos
abiertos y que si se veía apurado que lo llamara.
Se metió y le cayeron
todos los pájaros, y ya casi estaba muerto cuando se acordó del caballito y
dijo:
¡Caballito de siete colores, váleme!
Enseguida se presentó el
caballito y le dijo que por qué no lo llamaba.
-Era que no me acordaba,
tan atormentado como estoy.
Por fin se fueron con la
hembra del pájaro.
Y cuando la reina vio que
la llevó se enamoró mucho más de él, y al verse desdeñada, le dijo al rey que
Juanico decía que se atrevía a rescatarle una hija que le habían robado los
moros en una ocasión. El rey, aunque lo dudó, mandó a buscar a Juanico y le
dijo que si era verdad lo que decían de que él rescataría su hija.
-No lo he dicho -dijo
Juanico-, pero si usted quiere, yo la rescato.
Se fue a llorar donde el
caballito, y él le dijo:
-Vámonos, Juanico, yo te
voy a llevar para que traigas esa muchacha.
Se fueron volando,
volando, atravesaron el mar y llegaron. Cuando estaban volando en la ciudad, la
muchacha lo vio y se enamoró del caballito.
Mire, papa, qué bonito caballito, ¡cómpremelo!
El papá le dijo que si se
lo vendían o se lo alquilaban para ella. Juanico dijo que ni lo alquilaba ni lo
prestaba, que si él le tenía confianza, lo que podía hacer era montar con ella.
Tocaron un bando para
reunir el pueblo para cuidarla. Se montaron, y el caballito levantó el vuelo y
se llevó la muchacha. Le tiraron con cañones y carabinas y ninguna bala pudo
alcanzarla.
Juanico se enamoró de la
muchacha e iba todo el camino enamorándola, y al pasarle una sortija, se le
cayó al mar en el momento en que iban pasando por él. Cuando llegaron, la reina
estaba aún más enamorada de él. Entonces fue donde el rey y le dijo:
-Marido, dice Juanico, se
atreve a traernos la sortija que se cayó en el mar.
Cuando el rey le dijo a
Juanico de traerle la sortija, se fue otra vez a llorar donde el caballito.
Este le preguntó qué tenía, y le dijo lo que le pasaba.
-Coge un cordel, un
machete y una sábana v móntate y vámonos.
Cuando llegaron al mar,
le dijo el caballito que lo matara. Juanico le decía:
¿Cómo te mato, caballito? ¿Cómo te mato?
Mátame y amárrame bien en la sábana, que no
se me salga ni un pedacito de mí, amárrame con el cordel y tírame al mar,
diciendo: "Caballito de siete colores, váleme aquí. Caballito de siete
colores: váleme aquí". Así hasta que salga.
Cuando él estaba muy
afanado diciendo: "Caballito de siete colores, váleme aquí. Caballito de
siete colores, váleme aquí", se le aparecío el caballito por detrás
diciéndole:
-Mírame, Juanico, y mira
el anillo.
Se fueron, y cuando
llegaron donde el rey, lo casaron con la hija, y la reina se quedó sin él. El
rey le cedió su corona y fue Juanico el rey de ese pueblo.
098. anonimo (santo domingo)
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