Cuento popular
Este era una vez que una
humilde anciana vivía con sus tres hijos. Eran muy felices, hasta cuando cayó
enferma la señora, y ya se estaba muriendo, pues, todos los curanderos del
pueblo habían venido a Airarla, pero ninguno le quitó el mal.
Uno de los hijos hizo
venir a una vieja curandera, casi olvidada por el pueblo. Esta, al llegar y ver
a la señora, le dijo a sus hijos:
-Esta señora le queda muy
pocos días de vida y con lo único que se puede curar es bebiendo el agua de la
vida.
El mayor de los hijos de
la señora, dijo:
-Yo seré el que iré a
buscar ese remedio.
La vieja curandera le
dijo que estaba bien, que ella le iba a decir dónde quedaba esa fuente del agua
de la vida. Le dijo:
-Tienes que cruzar muchas
montañas, derribar muchos dragones, y que si lo llamaran, que no volviera para
atrás, y que si se encontra-ra con alguno, que no lo rechazara el hacer favores
a alguno.
Así fue, y el día
siguiente se fue el mayor que se llamaba Juan. Al llegar a una quebrada, una
anciana estaba llorando y al ver a Juan, le dice:
-Buen muchacho, ¿llevas
prisa? Hacedme el favor de cruzarme a la otra orilla.
Al verla Juan, le dijo:
-¿Qué crees, vieja, que
estoy hecho para cargarte?
Y siguió su camino; la
vieja, disgustada, lo maldijo.
Llegó la noche y Juan
todavía seguía su camino. Ya había cruzado la, montaña de oro y la de plata. A
la mañana siguiente, llegando al monte del dragón, oyó que le llamaban. Este,
no queriendo obedecer los consejos de la vieja curandera, volvió a ver hacia
atrás; en ese momento se convirtió en una piedra.
Pasaron dos días y no
volvía Juan, y entonces Miguel dijo:
-Yo voy a buscar esa
agua.
Y al día siguiente
partía, pero le sucedió lo mismo que a Juan. Pasó otros dos días más y Pedro,
viendo que no venía Miguel ni Juan, decidió irse. La vieja curandera le dio los
mismos consejos.
Al día siguiente, muy
temprano, partió Pedro. Al llegar a la quebrada, vio a la anciana llorando y
le dijo:
-Buen muchacho, ¿lleváis
prisa? Hacedme el favor de cruzarme a la otra orilla.
Al ver este pedido, Pedro
le dijo:
-Llevo prisa, señora,
pero le haré el favor de cruzarla al otro lado de la quebrada.
Así lo hizo.
Al llegar a la otra
orilla, Pedro bajó a la señora y ésta le preguntó: -¿No te duele la espalda?
El muchacho le dijo:
-Sí, señora. Mire como
está mi espalda toda cortada y derraman-do sangre. Fíjese como tengo la ropa.
Pero no importa, ya le hice ese favor que me gusta habérselo hecho.
La señora lo llamó y le
dio una piedra que ella le otorgara el favor. Pedro agradeció a la señora y se
fue. Cruzó el monte de oro y el de plata y llegando al del dragón, sintió que
le llamaban y acordándose de los consejos de la vieja curandera, no volvió su
vista atrás.
Siguió su camino; al
llegar al monte del dragón, se le apareció uno y venía el dragón encima y se
acordó Pedro de la piedra y le pidió que cortara las siete cabezas del dragón y
así sucedió. Pedro cruzó el monte y al llegar al otro lado oía una bulla
inmensa: era el agua de la vida, y éste le pidió a la piedra que le concediera
el deseo de poder llegar hasta donde se encontraba el agua, y así fue. Al
llegar al arroyo, se encontró con un águila, que le dijo:
-Pedro, tomad esta jarra
que está en el rincón, coged de esa agua y bebed. Llévate si quieres, y al ir
en tu camino riega gotas de agua por donde pases, y no vuelvas a mirar atrás
hasta que hayas llegado a tu casa.
Y así lo hizo Pedro, y
por su camino regaba las gotas de agua.
Faltaba una hora para que
la mamá de Pedro muriera si no bebía del agua esa, y ctiando llegaba Pedro le
faltaba medio minuto. Al entrar en la casa, dice la vieja curandera:
-Ya era tiempo, muchacho,
le falta muy poco tiempo de vida a tu madre; busca un vaso y sal de aquí.
Pedro fue en busca del
vaso y se lo dio a la vieja curandera.
Esta le dio el agua,
pronunciando unas palabras raras y la anciana recuperó vida; estaba como nueva.
Luego le dice la vieja
curandera a Pedro:
-Asómate a la puerta y ya
veréis algo que Dios te compensará, dándote bienes y fortuna. Al mirar Pedro,
vio una multitud de gente, y entre ellos, Juan y Miguel, que él les había dado
vida, regando gotas del agua de la vida.
Después de un tiempo,
Pedro se casó, siendo muy feliz, cumpliéndose las palabras de la vieja
curandera.
095. anonimo (panama)
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