Hubo
un tiempo en que todos los pingüinos eran iguales. Pero, un día, un
pingüino muy valiente salvó a los demás de un desastre. Así es
como ocurrió: un barco pirata encalló en el bloque de hielo donde
vivían los pingüinos. Empezaron a cazar a todos los animales y a
llevarlos a bordo de su barco. El pingüino valeroso consiguió
esconderse y, cuando llegó la noche y los hombres estaban en sus
camarotes, se deslizó a bordo del barco y descorrió los cerrojos de
las jaulas donde estaban presos sus hermanos, hermanas y amigos.
Una
vez que estuvieron todos a salvo en la playa, el pingüino valiente
desató la cuerda a la que estaba amarrado el barco y todos los
pingüinos nadaron empujando el barco lejos de la playa, hasta que se
perdió de vista. Como no tenían ancla, los piratas anduvieron
muchas millas a la deriva.
En
agradecimiento al pingüino valiente, lo eligieron emperador. Sus
semejantes sabían que, si algún otro peligro volvía a acecharlos,
los hijos del emperador acudirían en su ayuda. Por eso sus hijos y
los hijos de sus hijos han sido siempre emperadores de los pingüinos.
Y aún hoy existe un emperador de los pingüinos en la Antártida.
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anonimo cuento - 064
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