Llovía
a cántaros y Pablo, el hombrecillo verde, esperaba, sentado bajo un
paraguas, que llegara el barco que lo llevaría a la otra orilla del
lago, donde vivía su hermana.
Esperaba
pacientemente, pero no veía nada que se pareciera ni remotamente a
un barco. Pablo empezó a preocuparse. ¿Estaría enfermo el
barquero? ¿Habría sufrido un accidente? Por fin, de repente, Pablo
vio el barco.
-¿Dónde
te habías metido? -preguntó Pablo al barquero, una vez a bordo.
Llegas tardísimo.
-No
-respondió el barquero. Siempre llego a mediodía.
-Pero
es la una -se quejó Pablo, al tiempo que miraba su reloj. Llegas
con una hora de retraso.
-Nada
de eso -replicó el barquero, mirando también su reloj.
-Uno
de los dos está equivocado -concluyó Pablo.
Se
descubrió, finalmente, que Pablo, con los nervios del día de
Navidad, había olvidado darle cuerda al reloj por la noche y se le
había parado a la una de la madrugada.
0.999.1
anonimo cuento - 064
No hay comentarios:
Publicar un comentario