Los
corderos se habían comido ya toda la hierba de las laderas durante
la primavera y el verano. El pastor empezó, entonces, a buscar
nuevos pastos para el otoño.
Su
hijo Dan¡ se ofreció a recorrer los bosques a caballo y se apresuró
a consultar a sus amigas las aves dónde podía encontrar las mejores
praderas para sus corderos. Todas las aves a las que preguntó
conocían muy bien la región, pues sobrevolaban el bosque
continuamente. Por eso, intentaron ayudarle.
-¡Hop!
¡Hop! -dijo la abubilla. ¡Llévalos más arriba!
-¡Tr¡-il!
¡Tr¡-¡l! -dijo el alcaraván. Llévalos más abajo!
-Habéis
sido de gran ayuda -declaró Dan¡, no muy convencido.
Y,
después de darles las gracias, partió al galope.
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anonimo cuento - 064
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