El
rey de Wei estaba apenado. La provincia de Ye había sido la más
rica de su reino y ahora era la más pobre. Ni arroz producía ya.
Entonces hizo venir a Li-Men-Pao a su presencia y le dijo:
-La
provincia de Ye se está hundiendo en la pobreza. Vete allí y
averigua por qué.
-Sería
para mí una gran honra ser vuestro gobernador -respondió
Li-Men-Pao. Lo único que lamentaré será no veros todos los días.
Y
partió inmediatamente.
Se
despojó de todos sus atributos y montó en un caballo blanco. En él
cabalgó durante más de tres semanas. A los veinticinco días llegó,
por fin, a su destino.
«¡Qué
hermosa es la provincia que el emperador ha puesto en mis manos!»,
se dijo, al contemplarla desde una colina.
Pero,
al acercarse más, vio que los campos estaban abandonados. Era una
tierra fértil, pero sólo producía espinas y abrojos.
-¿Por
qué no cultiváis los campos? -preguntó a un campesino que llevaba
todas sus posesiones en un carromato. Parecen tan fértiles que un
hombre, sin trabajar, podría obtener más de una cosecha.
El
campesino no respondió. Li-Men-Pao montó en cólera.
-¿No
sabes que yo soy el nuevo gobernador? -dijo, gritando. ¿Por qué no
me respondes?
-Yo
ya no pertenezco a la provincia de Ye -respondió el campesino. La
dejo para siempre.
Aquel
hombre era el primero de una larga caravana que abandonaba sus
dominios.
-¿Por
qué os vais? -volvió a preguntar Li-Men-Pao. pero nadie le
respondió.
Cuando
llegó a la capital de la provincia, la encontró vacía. Ni una sola
tienda había abierto sus puertas.
-¿Por
qué? -preguntó al viento, pero tampoco obtuvo ninguna respuesta.
Después
se dirigió al norte. Al abandonar una pequeña aldea oyó sollozar a
unos ancianos.
-¿Qué
os pasa? -preguntó Li-Men-Pao, al entrar en su choza. ¿Por qué se
marchan todos de la provincia de Ye?
Los
viejos le miraron asombrados. Una doncella de catorce años lloraba
acurrucada en un rincón.
-¿Acaso
no lo sabes? -preguntó la vieja. Li-Men-Pao negó con la cabeza.
-En
este lugar hay un río llamado Dhzang -comenzó a contar el viejo.
Todos los años por la primavera se desborda y anega nuestros campos.
A veces arrastra casas, y muchos animales se mueren. Un día bajaron
de las montañas de Dung-Ling un grupo de brujas y dijeron que el río
Dhzang se desbordaba porque quería casarse. Desde entonces hemos
estado dando todo nuestro dinero para la ceremonia nupcial.
-¿No
se ha casado ya el río? -preguntó Li-Men-Pao. ¿Cuántas mujeres
quiere tener?
-El
río sigue desbordándose -prosiguió el viejo, y las brujas dicen
que es porque las novias que le hemos dado no terminan de gustarle.
De esta forma, nos hemos ido hundiendo cada vez más en la miseria.
-Y
lo peor -dijo sollozando la vieja- es que este año será a nuestra
hija a la que arrojen al río.
Li-Men-Pao
sintió lástima de la doncella. En seguida vistió sus ropajes de
gobernador y regresó a la capital. Esta vez le recibieron los
principales de la provincia. Vestían con más fausto que el mismo
emperador. Al verlos, dijo Li-Men-Pao:
-¡Así
me gusta! Que los que dirigen al pueblo vistan mejor que los
campesinos. En la tierra debemos imitar el orden que impera en los
cielos.
Los
principales se frotaron las manos y se dijeron:
-No
vamos a tener problemas con este gobernador. Le daremos una parte de
lo que recaudamos y, de esta forma, le tendremos contento.
Li-Men-Pao
les colmó de halagos. Un día hizo venir a su palacio al principal
con más autoridad.
-Me
he enterado -le dijo- de que nuestro caudaloso río Dhzang cada año
exige una esposa.
-Así
es -respondió, satisfecho, el noble. Es tan furibundo que, si no lo
hiciéramos, anegaría todas las aldeas de la provincia.
-Digna
labor la que hacéis por el pueblo -volvió a decir LiMen-Pao. La
considero tan importante que yo mismo presidiré la ceremonia de este
año.
-Será
un honor -exclamó el principal y se marchó, feliz, a su casa.
Mientras
llegaba ese día, Li-Men-Pao recorrió de arriba abajo el cauce del
río Dhzang. Estudió con sus ingenieros la causa de las
inundaciones, y planeó desvíos y diques.
-¿Habéis
visto? -se burlaban los principales. Nuestro gobernador piensa
comprar tierras. ¿Para qué, si no, se pasa todo el día midiendo
nuestros campos?
-Se
nota que sus antepasados fueron labriegos -comentaban las brujas. Ya
se le pasará esa fiebre cuando pongamos en su mano el importe de los
impuestos.
El
día de la ceremonia, Li-Men-Pao vistió sus mejores galas de
gobernador. Se sentó en un sitial y la bruja mayor bailó la danza
de los cien velos. Después ordenó que arrojaran a la doncella al
río Dhzang.
-Un
momento, un momento -dijo Li-Men-Pao. ¿Es ésta la novia de este
año?
La
bruja mayor afirmó con la cabeza.
-Ciertamente
es hermosa -prosiguió el gobernador. Pero ¿no os parece demasiado
joven? Este río es muy viejo. Lleva milenios fluyendo por estas
tierras.
Entonces
pasó la vista por el grupo de brujas y señaló a una que ni era
joven ni vieja.
-Tú
me pareces más apropiada. Baja y despósate con el río. Verás cómo
nos lo agradece.
Pero
la corriente del río Dhzang no amainó. Continuó fluyendo con la
misma fuerza de siempre.
-Es
raro -exclamó Li-Men-Pao. He debido equivocarme de edad. Al río le
gustan las esposas más entradas en años.
Otra
vez volvió a pasar la vista por el grupo de brujas. Señaló a la
mayor y añadió:
-El
río se volverá loco de contento contigo. Te ha llegado la hora de
desposarte -y ordenó arrojarla a las aguas.
De
esta forma, fue deshaciéndose una a una de todas las brujas. Cuando
llegó a la última, se arrodilló y dijo, señalando a los
principales:
-Todo
lo planearon esos hombres. Fueron ellos los que nos mandaron venir de
las montañas de Dung-Ling y nos ordenaron contar esa historia de que
el río se desbordaba, porque quería casarse.
Li-Men-Pao
se volvió hacia ellos y decretó:
-Durante
diez años haréis trabajos forzados. Además, restituiréis todo lo
robado y vuestros bienes serán confiscados. Agradecidos, los
principales se inclinaron hasta tocar el suelo con la frente. Todo el
pueblo que asistía a la ceremonia empezó a dar gritos de alegría:
-¡Este
es el gobernador que necesitábamos! ¡El rey de Wei jamás se olvidó
de nosotros!
Pero
Li-Men-Pao les regañó con crudeza:
-¿Por
qué habéis sido tan crédulos? -les echó en cara. El río Dhzang
se desborda, no porque desee tener más concubinas que el mismo
emperador, sino porque su trazado es muy irregular.
Entonces
les mostró los estudios que había hecho de su cauce.
En
menos de tres años todos los diques y desvíos estaban terminados, y
nunca más volvió a desbordarse.
Acabado
su trabajo, Li-Men-Pao fue llamado de nuevo a la corte.
-No
quiero que sigas lamentando no poder verme todos los días -le dijo
el rey de Wei, y él sonrió, porque estas mismas habían sido sus
palabras al partir hacia la provincia de Ye.
0.005.1 anonimo (china) - 049
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