La
señorita ratón era muy hermosa y estaba ya en edad de casarse.
-Compréndelo
-le dijo un día su padre. El mayor deber de una hija es contraer
matrimonio y hacer que no se pierda el apellido de sus antepasados.
La
señorita ratón se puso roja como el fuego y aceptó lo que su padre
le proponía.
-Así
me gusta, hija mía -continuó diciendo el padre. Te buscaremos el
novio más fuerte que exista en el mundo. No queremos que seas una
desgraciada.
-Un
novio -recalcó la señora ratón desde la cocina de la casa- que sea
más fuerte que un gato.
A
la señorita ratón le dio un vuelco el corazón.
-No
te asustes -la tranquilizó, oportuno, su padre. Gato es sólo un
nombre. Pero si quien te protege es, en verdad, más poderoso que él,
no tendrás que temer ya nada.
La
sonrisa se dibujó en el rostro de la señorita ratón y, como era de
noche, se marchó a soñar con su fuerte prometido.
Al
día siguiente papá ratón se despertó muy temprano. Durante toda
la noche había estado dándole vueltas al asunto de la boda de su
hija y apenas había podido dormir. Era, en verdad, difícil
encontrar un pretendiente más fuerte que un gato. Entonces el sol
penetró por la ventana y le dio de pleno en el rostro.
-iDespiértate,
despiértate! -gritó, alborozado, a mamá ratón. Ya tengo con quién
puede casarse nuestra hija.
-¿Con
quién? -preguntó, desperezándose, mamá ratón.
-¿No
lo adivinas? -volvió a insistir el padre. ¿Quién hay más fuerte y
poderoso que el sol?
Y
la madre asintió, orgullosa de la sabiduría de su esposo.
En
seguida se pusieron en camino. A los diez días llegaron a la cumbre
más alta del mundo y desde allí hablaron al sol.
-¿Te
importaría ser el esposo de nuestra hija? -preguntó papá ratón,
emocionado. Está en edad casadera y queremos que su novio sea más
fuerte que un gato.
-¿Quién
hay más fuerte que tú, que das la vida a todo? -concluyó mamá
ratón.
El
sol se sintió halagado, pero rechazó la oferta.
-Comprendo
vuestros desvelos de padres -declaró. Pero os habéis equivocado.
Ciertamente tengo más fuerza que un gato. Sin embargo..., sin
embargo yo no soy el más fuerte que existe.
-¿Cómo
que no? -volvió a preguntar, asombrado, papá ratón. Tu potencia es
tan enorme que serías capaz de secar un lago.
-Sí,
a veces lo hago -concedió el sol, pero, si se interpone una nube
entre las aguas y yo, no puedo secar ni siquiera una gota. ¿No os
dais cuenta? Las nubes son más fuertes que yo.
Entonces
papá ratón y mamá ratón descendieron de su altura. A media
montaña se encontraron con las nubes. Todas estaban durmiendo.
-Perdonad
que os despierte -empezó diciendo papá ratón.
-~Cómo
que os? -preguntó, malhumorada, la nube. Si es a mí, te diré que
no es necesario que uses el plural, porque soy sólo una. ¿O es que
no lo ves?
-Como
eres tan grande... -se disculpó mamá ratón. Entonces papá ratón
le explicó el motivo de su visita. La nube se rió con todas sus
fuerzas.
-¿Quién
os ha dicho a vosotros que yo soy el ser más fuerte y poderoso que
existe? -preguntó con voz que sonaba a lluvia.
-El
sol -se apresuró a contestar mamá ratón. Ya ves. Con toda la
potencia que él tiene es incapaz de secar un gusano, si tú te pones
en medio.
La
nube se entristeció mucho. Tanto que estuvo a punto de secarse.
-Es
verdad -admitió sin tapujos.
Pero ¿qué poder tengo yo ante el viento? El me zarandea a su gusto
y me lleva de un lado para otro, como si fuera un juguete suyo. Me
gustaría ser vuestro yerno... De veras que sí. Pero ¿veis? El es
más fuerte.
-¿Y
dónde podemos encontrar al viento? -volvió a preguntar papá ratón.
A
la nube le dio un escalofrío. Después extendió un dedo de niebla y
señaló hacia el valle.
-Más
abajo. El viento está más abajo.
Papá
ratón y mamá ratón volvieron a descender por las empinadas laderas
de la montaña. Ahora no parecía ya la más alta del mundo.
-¿Tú
crees que el viento habita tan abajo? -preguntó, incrédula, mamá
ratón.
Pero
aún no había terminado de hablar cuando les alcanzó una ráfaga de
viento frío.
-¡Eh,
eh! ¡No te escapes! -gritó papá ratón, al tiempo que corría tras
él.
El
viento se detuvo en seco.
-¿Hablas
conmigo?
-Así
es -respondió, jadeante, papá ratón.
-Bien,
bien -gruñó el viento.
Yo soy un ser muy ocupado. Dime lo que quieres y déjame partir.
Entonces
mamá ratón le explicó el motivo de su visita y lo que les había
dicho la nube.
-iTonterías,
tonterías! -se frotó las manos con impaciencia el viento,
levantando dos remolinos de polvo.
-Pero
tú enfureces el mar y achicas la altura de las montañas.
-zY
eso qué? -se volvió hacia papá ratón el viento. ¡Claro que puedo
hacer eso! Hasta un tonto lo sabe. Pero ¿qué soy yo, el poderoso
viento, cuando se me interpone un muro?
-Yo
pienso... -quiso interrumpirle mamá ratón, pero el viento se
enroscó como una culebra y la hizo callar.
-¿Qué
soy yo, cuando me topo con las murallas de una ciudad, por poneros
sólo un ejemplo? ¡Nada, absolutamente nada! ¡No más que un soplo
de gorrión moribundo!
Y,
para demostrárselo, el impaciente viento sopló con todas sus
fuerzas en dirección a la ciudad. Los dos ratones rodaron montaña
abajo. El viento los arrastraba, como si fueran una brizna más de
paja.
Al
fin se toparon con la muralla.
-Refugiaos
ahí, en ese hueco -les gritó la muralla, segura. El viento se
cansará pronto. Siempre coge estas rabietas, cuando está a punto de
terminar el día.
Papá
ratón y mamá ratón se quedaron quietecitos en donde les había
dicho la muralla.
-Creo
que hemos encontrado a nuestro yerno. No sólo es poderoso, sino que
además posee un corazón de oro. ¿No has visto con qué dulzura nos
ha tratado?
-Sí,
pero no sólo a nosotros -rectificó papá ratón. ¿Te imaginas qué
sería de los habitantes de esta ciudad si no existiera? Rodarían
por doquier, como nosotros, cada vez que se enfureciera el viento.
-Sí.
La muralla es nuestro hombre -volvió a recalcar mamá ratón.
Aún
no había terminado de hablar cuando oyó la voz musgosa de la
muralla.
La
boda del ratón
-Ya
podéis salir y entrar en la ciudad. No son muchos los animales que
buscan la compañía del hombre.
Pero,
al ver que eran ratones, la muralla se puso a temblar. Los habitantes
de la ciudad pensaron que se trataba de un terremoto.
-¿Qué
es lo que te pasa? -preguntaron, preocupados, papá y mamá ratón.
Nosotros te teníamos por el ser más fuerte que existe y queríamos
pedirte que fueras nuestro yerno. ¿Por qué tiemblas de esa manera?
La
muralla se serenó al escuchar tales palabras, pero todavía le
duraba el azoramiento. Después se echó a reír como una loca. Papá
y mamá ratón se miraron extrañados.
-Es
curioso -dijo, por fin, la muralla. Vosotros creéis que yo soy el
ser más fuerte del mundo y, sin embargo, a lo que más miedo tenemos
las murallas es a los ratones.
-¿A
los ratones? -preguntaron a coro papá y mamá ratón. ¡Sólo tú
puedes detener al viento!
-¿Qué
tiene que ver el viento con esto? Es sólo un engreído. Los ratones
hacéis huras en las murallas y las vais socavando hasta que
termináis echándolas por tierra. Por eso os tenemos tanto miedo.
Entonces
papá y mamá ratón comprendieron que la fuerza del mundo está
repartida entre todos los seres y decidieron casar a su hija con uno
de su propia especie.
-¿Es
este ratón más fuerte que un gato? -preguntó la señorita ratón,
al ver a su novio.
Sus
padres no le respondieron, porque habían visto florecer en sus ojos
el capullo del amor.
0.005.1 anonimo (china) - 049
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