Que
era un hombre que tenía una quinta. Y había un bicho que le hacía
daño. Un día, descubrió qu' era un mono. Y él, pa agarrarlo, hizo
otro mono de barro y le puso pega. Y lo puso en el medio 'e la
quinta.
Güé...Ya
vino el mono a hacer el daño de costumbre. Y cuando lo vido al otro
mono que dice:
-¡Qué
suerte que tengo un amigo para divertirme!
Y
ya lo desafió a jugar a la taba. Y varias veces lo envité, y como
no le contestaba, se enojó. Se allegó y le pegó un chirlo. Se le
quedó pegada la mano derecha. Y le dice:
-Largame
o de no con ésta otra te guá pegar más juerte. Y en vista que no
le contestaba, le pegó un zurdazo. Y quedó pegáu de l' otra mano.
Y entós le dice:
Largame
o de no te guá pegar con las dos patas.
Y
le pegó con las dos patas, y quedó pegáu. Y ya no se pudo mover.
Que la pega era muy fuerte. Y claro, al otro día vino el hombre y lu
agarró, y lo echó en un saco de cuero pa quemarlo más tarde.
'Taba
áhi, cuando pasó el zorro, y como son tan curiosos los zorros, se
allegó, y le preguntó al mono:
-¿Y
porque 'stás áhi?
-Y,
acá mi han echau para darme unas gallinas gordas.
Y
el zorro le dice:
-Dejame
a mí, entoce.
-Y,
desatame -le dice el mono.
El
zorro lo desató y se encerró en el saco. El mono lu ató bien y él
se mandó a cambiar.
Vino
el hombre más tarde y no se podía explicar cómo el mono se le
volvió zorro. Pero lo castigó, lo quemó no más por dañino. Y así
se salvó el mono.
Mateo
Lucero, 47 años. El Arenal. La Carolina. San Martín. San Luis,
1948.
El
narrador dice que este cuento lo sabe toda la gente antigua de El
Arenal.
Cuento
672. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 048
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