Había
una vez un loro muy entendido, que repetía todo lo que le enseñaban.
Se llamaba Pedrito.
Una
vez la dueña le dijo al esposo:
-Che,
viejo, vamos hacerlo bautizar a Pedrito.
Él
le contestó que era bueno hacerlo, ya que no tenían hijos. La
señora salió a buscar a un matrimonio para que le sirvan de
padrino. Al día siguiente quedaron en bautizarlo. Lo habló al Padre
para ir a la iglesia.
Al
día siguiente salieron para la iglesia con los padrinos. Caminaron
un trecho y empezó a llover. Quedaban bastante retirados de la
iglesia.
Por
ahí los alcanzó un lechero y les dijo que los podía llevar si en
caso querían subir a la jardinera. Y ellos le contestaron que sí.
Cuando
iban, el lechero sin darse cuenta se arrimó a un árbol, y un gajo
le iba a pegar. Y él dijo, al tiempo que se atajaba:
-Epa,
amigo, si no mi agarro me rompe la cabeza.
Y
siguieron viaje. Y empezó a llover. Y seguía lloviendo, pero poco.
Y dice el lechero:
-Esta
agua cae, cae, no moja mucho, pero jode.
En
lo que iba, se refaló un caballo y se cayó. Y se bajaron todos y le
ayudaban a levantarlo. El lechero se puso furioso y les dice a los
hombres:
-Peguelén
un garrotazo por el lomo, que se levante.
Llegaron
a la iglesia y se ponen a bautizar a Pedrito. Pedrito no hablaba pero
atendía todo.
El
Padre le pasó la mano por la cabeza, entonce Pedrito habló y dijo:
La
dueña de Pedrito casi se desmayó.
El
Padre le echaba el agua bendita en la cabeza, y entonce Pedrito dijo:
-Esta
agua cae, cae, no moja, pero no deja de joder.
Entonce,
la dueña, ya cayó desmayada y gritó Pedrito:
-Peguelén
un garrotazo por el lomo, que se levante.
Y
lo levantaron a la señora dueña de Pedrito y lo pusieron en el
carrito del lechero y se fueron todos a la casa. Y allá lo
reprendieron.
Pedrito
nunca más dijo lo que no tenía que decir.
Faustino
Evaristo Ponce, 28 años. La Banda. Santiago del Estero, 1958.
Cuento
779 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 048
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