Cierta vez un bote pesquero volcó cerca de la costa de
Islandia. Solo tres de sus catorce tripulantes lograron subir a la quilla y
pedir auxilio. Pero, aunque había mucha gente en la costa mirando el accidente,
no pudieron ayudarlos a causa del terrible oleaje. Después de que todos
hubieran muerto ahogados, el barco se enderezó solo y encalló en la playa.
En el siguiente invierno, los campesinos del lugar
arrastraron el barco por el hielo hasta una cueva. Varios pastores que pasaban
por allí vieron como los catorce muertos de la tripulación iban siguiendo el
barco.
Tiempo después, en lo más crudo del invierno, cuando
los días son breves y oscuros, un granjero viajaba a caballo por la zona. Cerca de la
cueva donde estaba el barco, corría un arroyito. Justo después de vadear la
corriente, Thorkel, el granjero, se encontró con un desconocido.
-Necesitamos ayuda para zarpar, amigo -dijo el hombre.
El bote no se veía desde el camino y Thorkel, sin
sospechar nada, aceptó echarles una mano para empujarlo al agua. Lo único que
le llamó la atención fue la forma en que su caballo relinchaba y reculaba.
Thorkel y el extraño llegaron hasta la cueva donde
estaba el barco, rodeado por trece hombres todos cubiertos de barro. Justo en
ese momento el granjero recordó las historias que había oído sobre el famoso
naufragio del otoño anterior y le pareció reconocer a algunos de los ahogados.
Aterrorizado, castigó a su caballo, que no necesitaba del látigo para salir de
la cueva galopando lo más rápido que le permitían sus patas. Mientras escapaba,
alcanzó a escuchar esta lúgubre canción:
Aquí yace
nuestro bote,
desfondado,
abandonado
en la roja
oscuridad.
Pocos
amigos tienen los muertos,
es la única
verdad.
Después de esa terrible experiencia, el granjero
Thorkel nunca más quiso cabalgar solo por esa ruta, ni siquiera en pleno día.
Muchos testigos aseguraron haber oído extraños golpes
y crujidos que salían de la cueva mientras el bote estuvo allí. Hasta que un
invierno más crudo que los demás, la gente del lugar decidió que ni siquiera
los fantasmas podían impedirles convertir ese barco inútil en preciosa leña
para calentar sus hogares. Y bajo las hachas de los campesinos, desapareció
para siempre el barco fantasma.
0.151.1 anonimo (islandia) - 059
No hay comentarios:
Publicar un comentario