Un curandero vivía con su sobrino en una casa hecha de
corteza de abedul: así eran las viviendas de los iroqueses. El muchacho se
llamaba Oído Atento, era un gran cazador, y había llegado a la edad en que
debía buscar novia.
-Debo prepararte para la ocasión -le dijo su tío.
Colgada del techo había una vejiga de oso llena de
aceite de girasol. Oído Atento siempre se había preguntado para qué serviría.
Ahora su tío metió la mano en el recipiente y frotó a su sobrino de la cabeza a
los pies, hasta hacerlo brillar de tan aceitado.
-¡Perfecto! -le dijo, satisfecho. No hay en el mundo
otro hombre tan buen mozo como tú. De ahora en adelante te llamarás «Dos
Plumas».
Y comenzó a rebuscar en un cofre de corteza ciertas
prendas muy especiales con las que quería vestir a su sobrino. Primero sacó un
traje de piel de mapache, con orejas cosidas alrededor del cuello y ojos en las
mangas. Pero no le pareció lo bastante bueno. Finalmente encontró lo que
buscaba: no solo era una chaqueta elegante, sino mágica. Estaba hecha de piel
de gato salvaje. La cabeza embalsa-mada del animal se ponía como capucha y
rugía cuando su dueño se enojaba. El tío agregó a la capucha dos plumas de
pájaro que podían cantar.
-Esto es por tu nuevo nombre -le dijo al muchacho. Así
todos sabrán quién eres.
Para completar el atuendo, le dio a su sobrino un
saquito de piel de castor. Siguiendo las instrucciones de su tío, Dos Plumas
extrajo del saco una pipa y la llenó con corteza de sauce. Dos
jovencitas-espíritu y dos palomas en miniatura saltaron fuera del saquito. Las
chicas trajeron fuego para prender la pipa, las palomas se posaron en la
boquilla de la pipa, aleteando y arrullando. El muchacho dio una pitada y,
cuando exhaló el humo, bellísimas cuentas de abalorio, hechas de piedras
preciosas cayeron de su boca.
-Ya estás listo -dijo el tío. Ahora tienes que viajar
hacia el este. Cuando llegues a un valle, encontrarás un poblado. Allí vive una
curandera que está buscando marido para su hija. Cerca de su casa crece un
árbol muy alto donde se posa una enorme águila. Quien logre atravesarla de un
flechazo, se casará con la
muchacha. De todas partes llegan hombres que intentan la
hazaña, pero ninguno ha podido hacerlo. Solo tú podrás. Vete ahora mismo y
escucha mi consejo: no hables con nadie por el camino.
El joven emprendió el viaje enseguida, yendo siempre
en dirección al sol naciente. Cuando comenzaba a anochecer, instaló su campamento
y encendió una alegre fogata. De pronto salió de entre los árboles un pobre viejo,
vestido con harapos.
-¿Me dejas sentarme cerca de tu fuego? -le preguntó.
Voy al poblado que queda en el valle. Mañana por la mañana podríamos seguir
juntos. Tengo muchas historias para contarte a cambio de tu hospitalidad.
El muchacho pensó que no podía haber ningún mal en
ayudar a un pobre viejo. Comieron de sus provisiones, y el anciano comenzó a
contar historias. Pero en sus palabras había algo extrañamente hipnótico,
porque el muchacho se quedó tan profundamente dormido que ni siquiera se dio
cuenta de que le estaban quitando la chaqueta.
Cuando se despertó, el maldito viejo ya no estaba y le
había robado su chaqueta mágica. Muy avergonzado, se vistió con los harapos que
habían quedado abandonados, tomó su arco y su carcaj y siguió su camino.
Pronto escuchó el sonido de una multitud. Al acercarse
vio un espectáculo asombroso. A la entrada de un poblado había un árbol muy
alto y un águila se posaba en la rama más alta. Varios hombres se turnaban
tratando de acertar al águila con sus flechas, pero el pájaro escapaba volando
a tal velocidad que los mejores tiradores solo alcanzaban a rozarle las plumas.
Una muchedumbre de hombres y mujeres de todas las edades se había reunido para
ver el espectá-culo.
Sin hacerse notar y sin perder un segundo, Dos Plumas
sacó una flecha de su carcaj y disparó. De pronto, el águila cayó atravesada y
la gente gritó asombrada.
Entonces un anciano muy bien vestido, con una
maravillosa chaqueta de piel de gato salvaje se abrió paso entre la multitud y
se apoderó del águila.
-¡Yo la maté! -aseguró.
Una vieja salió de una vivienda cercana, seguida por
la muchacha más hermosa que nadie hubiera visto jamás. Considerando el atuendo
tan especial que traía puesto el vencedor del águila, la mujer no tuvo dudas:
ese debía ser el marido de su hija.
A la chica, el viejo no le gustó nada. Pero su madre
no quiso escucharla.
-Debo mantener mi promesa -le dijo. Y anunció el
casamiento para ese mismo día.
Después invitó al hombre a su cabaña de corteza y le
pidió que demostrara todo lo que podía hacer.
El viejo abrió el saquito de piel de castor, pero
apareció la cabeza del castor y le mordió un dedo. Las dos muchachas-espíritu
salieron de allí, pero se cruzaron de brazos y cuando él les pidió que le
encendieran la pipa, no se movieron. Las dos palomitas brotaron también del
saquito mágico y se posaron en la boquilla de la pipa, desplumadas y medio
muertas, con las cabezas colgando.
-Es que mis muchachas son tímidas -se excusó el hombre.
No les gusta mostrarse delante de otra gente.
Tomó una brasa del fuego y encendió él mismo su pipa.
Pero cuando exhaló el humo, ninguna piedra preciosa cayó de su boca.
Su suegra estaba muy enojada. Esa noche la hermosa
muchacha ni se acercó a su anciano marido. Se envolvió en una piel de oso y
durmió lo más lejos posible.
Dos Plumas estaba escondido fuera de la cabaña
esperando que todos se durmieran. Cuando el silencio se hizo profundo y la
noche oscura, entró en la vivienda, tan silencioso como solo un iroqués es
capaz, y se llevó su chaqueta.
A la mañana siguiente, en cuanto salió el sol, Dos
Plumas volvió a entrar en la cabaña de la madre y la hija vistiendo su chaqueta
mágica. Pero como estaba muy enojado con el viejo, la cabeza de gato salvaje
que usaba como capucha se lanzó a rugir ferozmente, mientras las dos plumas se
echaban a cantar.
-¡Este es mi verdadero marido! -gritó la chica en
cuanto lo vio.
Y fue muy fácil probarlo para convencer al resto de la
aldea, porque la flecha que había atravesado al águila era exactamente igual y
tenía las mismas plumas que el resto de las flechas que llevaba en el carcaj
Dos Plumas.
Todos estaban felices, excepto el horrible anciano,
que tuvo que irse, doblado en dos y tosiendo tristemente, mientras la multitud
se burlaba de él.
-Ahora -dijo la suegra, muéstrame lo que puedes hacer
por mí.
-Y tendió un cuero de venado delante de Dos Plumas.
Cuando el muchacho se sentó y abrió su saquito mágico,
las dos muchachas-espíritu se apresuraron a encenderle la pipa y las dos
palomas minúsculas, sanas y hermosas se pararon en la boquilla. Dos Plumas
exhaló el humo, y las piedras preciosas cayeron de su boca.
El joven matrimonio y la anciana curandera vivieron
muy tranquilos hasta que Dos Plumas decidió que ya era hora de visitar a su
tío. Se le ocurrió una gran idea: casar a su suegra con su tío. Todos
estuvieron de acuerdo y los dos matrimonios se quedaron viviendo juntos en la
casa de corteza. Dos Plumas cazaba para todos. Su puntería era perfecta y
atrapaba a todos los animales que se proponía. Pero sabía muy bien qué animales
debía matar y cuáles debía proteger. Así vivieron, felices y contentos, hasta
el fin de su tiempo.
0.011.1 anonimo (america-iroques) - 059
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