Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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miércoles, 31 de diciembre de 2014

Dos plumas

Un curandero vivía con su sobrino en una casa hecha de corteza de abedul: así eran las viviendas de los iroqueses. El muchacho se llamaba Oído Atento, era un gran cazador, y había llegado a la edad en que debía buscar novia.
-Debo prepararte para la ocasión -le dijo su tío.
Colgada del techo había una vejiga de oso llena de aceite de girasol. Oído Atento siempre se había preguntado para qué serviría. Ahora su tío metió la mano en el recipiente y frotó a su sobrino de la cabeza a los pies, hasta hacerlo brillar de tan aceitado.
-¡Perfecto! -le dijo, satisfecho. No hay en el mundo otro hombre tan buen mozo como tú. De ahora en adelante te llamarás «Dos Plumas».
Y comenzó a rebuscar en un cofre de corteza ciertas prendas muy especiales con las que quería vestir a su sobrino. Primero sacó un traje de piel de mapache, con orejas cosidas alrededor del cuello y ojos en las mangas. Pero no le pareció lo bastante bueno. Finalmente encontró lo que buscaba: no solo era una chaqueta elegante, sino mágica. Estaba hecha de piel de gato salvaje. La cabeza embalsa-mada del animal se ponía como capucha y rugía cuando su dueño se enojaba. El tío agregó a la capucha dos plumas de pájaro que podían cantar.
-Esto es por tu nuevo nombre -le dijo al muchacho. Así todos sabrán quién eres.
Para completar el atuendo, le dio a su sobrino un saquito de piel de castor. Siguiendo las instrucciones de su tío, Dos Plumas extrajo del saco una pipa y la llenó con corteza de sauce. Dos jovencitas-espíritu y dos palomas en miniatura saltaron fuera del saquito. Las chicas trajeron fuego para prender la pipa, las palomas se posaron en la boquilla de la pipa, aleteando y arrullando. El muchacho dio una pitada y, cuando exhaló el humo, bellísimas cuentas de abalorio, hechas de piedras preciosas cayeron de su boca.
-Ya estás listo -dijo el tío. Ahora tienes que viajar hacia el este. Cuando llegues a un valle, encontrarás un poblado. Allí vive una curandera que está buscando marido para su hija. Cerca de su casa crece un árbol muy alto donde se posa una enorme águila. Quien logre atravesarla de un flechazo, se casará con la muchacha. De todas partes llegan hombres que intentan la hazaña, pero ninguno ha podido hacerlo. Solo tú podrás. Vete ahora mismo y escucha mi consejo: no hables con nadie por el camino.
El joven emprendió el viaje enseguida, yendo siempre en dirección al sol naciente. Cuando comenzaba a anochecer, instaló su campamento y encendió una alegre fogata. De pronto salió de entre los árboles un pobre viejo, vestido con harapos.
-¿Me dejas sentarme cerca de tu fuego? -le preguntó. Voy al poblado que queda en el valle. Mañana por la mañana podríamos seguir juntos. Tengo muchas historias para contarte a cambio de tu hospitalidad.
El muchacho pensó que no podía haber ningún mal en ayudar a un pobre viejo. Comieron de sus provisiones, y el anciano comenzó a contar historias. Pero en sus palabras había algo extrañamente hipnótico, porque el muchacho se quedó tan profundamente dormido que ni siquiera se dio cuenta de que le estaban quitando la chaqueta.
Cuando se despertó, el maldito viejo ya no estaba y le había robado su chaqueta mágica. Muy avergonzado, se vistió con los harapos que habían quedado abandonados, tomó su arco y su carcaj y siguió su camino.
Pronto escuchó el sonido de una multitud. Al acercarse vio un espectáculo asombroso. A la entrada de un poblado había un árbol muy alto y un águila se posaba en la rama más alta. Varios hombres se turnaban tratando de acertar al águila con sus flechas, pero el pájaro escapaba volando a tal velocidad que los mejores tiradores solo alcanzaban a rozarle las plumas. Una muchedumbre de hombres y mujeres de todas las edades se había reunido para ver el espectá-culo.
Sin hacerse notar y sin perder un segundo, Dos Plumas sacó una flecha de su carcaj y disparó. De pronto, el águila cayó atravesada y la gente gritó asombrada.
Entonces un anciano muy bien vestido, con una maravillosa chaqueta de piel de gato salvaje se abrió paso entre la multitud y se apoderó del águila.
-¡Yo la maté! -aseguró.
Una vieja salió de una vivienda cercana, seguida por la muchacha más hermosa que nadie hubiera visto jamás. Considerando el atuendo tan especial que traía puesto el vencedor del águila, la mujer no tuvo dudas: ese debía ser el marido de su hija.
A la chica, el viejo no le gustó nada. Pero su madre no quiso escucharla.
-Debo mantener mi promesa -le dijo. Y anunció el casamiento para ese mismo día.
Después invitó al hombre a su cabaña de corteza y le pidió que demostrara todo lo que podía hacer.
El viejo abrió el saquito de piel de castor, pero apareció la cabeza del castor y le mordió un dedo. Las dos muchachas-espíritu salieron de allí, pero se cruzaron de brazos y cuando él les pidió que le encendieran la pipa, no se movieron. Las dos palomitas brotaron también del saquito mágico y se posaron en la boquilla de la pipa, desplumadas y medio muertas, con las cabezas colgando.
-Es que mis muchachas son tímidas -se excusó el hombre. No les gusta mostrarse delante de otra gente.
Tomó una brasa del fuego y encendió él mismo su pipa. Pero cuando exhaló el humo, ninguna piedra preciosa cayó de su boca.
Su suegra estaba muy enojada. Esa noche la hermosa muchacha ni se acercó a su anciano marido. Se envolvió en una piel de oso y durmió lo más lejos posible.
Dos Plumas estaba escondido fuera de la cabaña esperando que todos se durmieran. Cuando el silencio se hizo profundo y la noche oscura, entró en la vivienda, tan silencioso como solo un iroqués es capaz, y se llevó su chaqueta.
A la mañana siguiente, en cuanto salió el sol, Dos Plumas volvió a entrar en la cabaña de la madre y la hija vistiendo su chaqueta mágica. Pero como estaba muy enojado con el viejo, la cabeza de gato salvaje que usaba como capucha se lanzó a rugir ferozmente, mientras las dos plumas se echaban a cantar.
-¡Este es mi verdadero marido! -gritó la chica en cuanto lo vio.
Y fue muy fácil probarlo para convencer al resto de la aldea, porque la flecha que había atravesado al águila era exactamente igual y tenía las mismas plumas que el resto de las flechas que llevaba en el carcaj Dos Plumas.
Todos estaban felices, excepto el horrible anciano, que tuvo que irse, doblado en dos y tosiendo tristemente, mientras la multitud se burlaba de él.
-Ahora -dijo la suegra, muéstrame lo que puedes hacer por mí. 
-Y tendió un cuero de venado delante de Dos Plumas.
Cuando el muchacho se sentó y abrió su saquito mágico, las dos muchachas-espíritu se apresuraron a encenderle la pipa y las dos palomas minúsculas, sanas y hermosas se pararon en la boquilla. Dos Plumas exhaló el humo, y las piedras preciosas cayeron de su boca.
El joven matrimonio y la anciana curandera vivieron muy tranquilos hasta que Dos Plumas decidió que ya era hora de visitar a su tío. Se le ocurrió una gran idea: casar a su suegra con su tío. Todos estuvieron de acuerdo y los dos matrimonios se quedaron viviendo juntos en la casa de corteza. Dos Plumas cazaba para todos. Su puntería era perfecta y atrapaba a todos los animales que se proponía. Pero sabía muy bien qué animales debía matar y cuáles debía proteger. Así vivieron, felices y contentos, hasta el fin de su tiempo.

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