Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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miércoles, 31 de diciembre de 2014

Dos hermanos y una mujer canibal

En la isla de Mangareva, hace ya tanto tiempo que el sol y la luna todavía eran niños, vivía una pareja de jóvenes que se amaban tiernamente. La muchacha estaba embarazada y un día sintió muchos deseos de comer un pez llamado umu.
-Saldré a pescar y te lo traeré -le dijo su marido.
-Está bien. Pero siento que se nos acerca un gran peligro. Por favor, apenas hayas pescado un pez umu, debes dejar la pesca y volver a casa enseguida.
El hombre salió con su canoa, arrojó el ancla, y el primer pez que atrapó fue un umu. «No puedo volver a casa tan temprano», se dijo. «Seguro que hoy tendré muy buena suerte». Y olvidándose de las recomendaciones de su mujer, siguió pescando. Entonces, de golpe, se levantó un viento tan fuerte que arrastró la canoa, rompiendo la soga del ancla. El muchacho se encontró de pronto en la isla de Tetamanu, donde vivía una horrible mujer caníbal que aterrorizaba a los pobladores. Y nunca regresó a su hogar.
Su pobre mujer se dio cuenta de lo que había pasado, pero nada podía hacer. El embarazo siguió adelante y  alegado el momento dio a luz a dos hermosos varoncitos mellizos. Con esfuerzo se las arregló para criarlos sin ayuda. Los bebés crecieron hasta convertirse en dos muchachitos fuertes y valientes. Aunque vivían muy aislados, los niños se daban cuenta de que hasta los pájaros en este mundo tenían un padre y una madre. Pero ¿qué había pasado con su padre? Su madre nunca les hablaba de él. Una noche, después de la pesca, decidieron enfrentarla.
-Mamá, queremos saber quién es nuestro padre.
-Yo os alimenté, yo os crié, yo os enseñé lo que está bien y lo que está mal. Yo soy vuestro padre y vuestra madre -dijo la mujer.
Pero los muchachos insistieron. ¿Quién era realmente su padre?
-Vuestro padre es el poste que está delante de nuestra cabaña -dijo entonces la mujer, a quien el tema le ponía tan triste que no tenía ganas de hablar de eso.
Pero los muchachos se lo tomaron muy en serio y fueron a preguntar al poste si era verdad.
-¿Eres tú nuestro padre?
El poste, por supuesto, no les contestó. Y cuando fueron a reclamarle a la madre, la respuesta que obtuvieron no fue mucho más alentadora.
-Vuestro padre es el poste de atrás que sostiene nuestra cabaña -les dijo.
Y otra vez fueron los muchachos a interrogar al poste, que, por supuesto, permaneció tan mudo como el otro.
La madre estaba muy angustiada, porque sabía que si los niños se enteraban de la verdad, la dejarían para ir tras las huellas de su marido. Pero al fin se dio cuenta de que no podía seguir ocultándoles lo que había pasado. Ellos tenían derecho a saber quién había sido su padre.
-Vuestro padre -les dijo por fin- fue un hombre como todos. Un gran hombre, al que yo amaba mucho. Se llamaba Garigi. Un día salió de pesca, y un viento extraño lo arrastró. Yo misma vi cómo su canoa se perdía de vista en dirección a una isla que está más allá de esas nubes que se ven en el horizonte.
Y tal como la madre lo había previsto, los dos hermanos se hicieron a la mar en sus pequeñas canoas de juguete. Navegando hasta más allá de las nubes, llegaron a la isla de Tetamanu. La madre no sabía nada de lo que había pasado con su marido, de modo que no pudo advertirles sobre el peligro de la mujer caníbal. Y los muchachitos fueron atrapados apenas sus canoas tocaron la playa.
El monstruo los llevó hasta su casa y allí los dejó, atados a un poste, con la intención de comérselos al día siguiente.
Esa noche, cuando salió la luna, los dos jovencitos empezaron a cantar una triste canción de despedida, en la que pedían ayuda sin esperanzas.

Bella luna que brillas y brillas
que iluminas la playa y el mar,
que conoces el cielo y la tierra
solo tú nos podrás ayudar.

Nuestro padre se llama Garigi.
En canoa lo fuimos a buscar.
Oh, luna, que brillas y brillas
solo tú nos puedes desatar.

Lo cierto es que, después de tantos años, Garigi estaba vivo todavía. La mujer caníbal no se lo había comido, sino que lo había convertido en su cocinero preferido. Cuando Garigi escuchó las voces de los niños y se dio cuenta de que mencionaban su nombre, corrió hacia ellos. Ver a sus hijos, a los que ni siquiera conocía, lo llenó de emoción y no se cansaba de abrazarlos.
Ahora eran tres contra la mujer caníbal. Ya no se trataba solamente de la vida de Garigi: estaba dispuesto a morir si era necesario para defender a sus hijos. Como conocía las costumbres del monstruo, sabía que dormía profundamente, muy segura de sus poderes.
Garigi y los dos hermanitos le prendieron fuego a la casa donde vivía la mujer caníbal. El horrible ser murió asfixiado y su cuerpo se quemó hasta convertirse en cenizas.
La gente de Tetamanu estaba feliz de verse libre de la espantosa caníbal que se había comido ya a muchos habitantes de la isla sin que nada pudieran hacer contra ella.
Garigi y sus hijos regresaron a Mangareva cargados de regalos. Los niños abrazaron a su madre, y los esposos reencontrados se miraron a los ojos declarándose, una vez más, todo su amor. Desde entonces la familia vivió para siempre unida y feliz.

0.188.1 anonimo (oceania-mangareva) - 059

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