Un peludo y un zorro
hicieron una apuesta, mejor dicho, una trampa que se quisieron hacer los dos.
Resulta
de que había una gran abundancia de pasto. Se morían muy pocos animales y no
tenían qué comer, ni el peludo ni el zorro.
Bueno...
El zorro hace correr unas yeguas que pasen cerca de la cueva donde vive el
peludo. Éste, que tiene el lazo preparado, a la pasada enlaza una yegua. Si
había atado antes el lazo a media espalda. Se mete dentro de la cueva. Cuando
se termina el lazo, la yegua se quiebra el pescuezo porque al peludo es
imposible sacarlo de su cueva. Y tuvieron carne para comer durante una
temporada.
Pero se
terminó la yegüita que habían comido y entonce le tocaba al zorro, ahora, a su
vez, enlazar una. Fue el peludo, echó la manada y el zorro enlazó una yegua a
la pasada. Quiso hacer lo mismo que el peludo. Se metió a la cueva. Pero cuando
se terminó el lazo y vino el tirón, salió como corcho de botella, de la cueva,
el zorro. Y cuando iba la yegua disparando y llevandoló a la rastra, se
encontró con el peludo, que lo encontró, y que le preguntó:
Marcos Aguirre, 58
años. Azul. Buenos Aires, 1969.
Dice el narrador:
Este cuento lo oí en Salto Argentino hace 15 años, en una estancia que se llama Los Álamos. Lo contó un
mensual de esa estancia que se llama Carlos Carraza y tendría unos 18 años.
Cuento 278. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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