Resulta
de que estaba un labrador arando, era un hombre pobre, con sus dos
bueyes, una tarde, a la hora de la siesta. Cuando de golpe se le
presenta el tigre, y le quiere dar el zarpazo. Y el hombre, ¡ay!,
asustado, pega un grito, ¿no? Y entonces el tigre le dice:
-Mirá,
si no querés que te coma a vos, dame los bueyes.
-¡Ay!,
pero, mire, es lo único que tengo -le dice. ¿Cómo me vas hacer
esto?
-No
sé, si vos no querés que te coma a vos, dame los bueyes.
-¡Ay!,
yo te voy a pedir un favor, que me dejés terminar di arar mi
rastrojo, y entonces ya llevatelós a los bueyes. Porque si no me vas
a perjudicar. Mi familia va quedar sin nada.
-Bueno
-dice, pero yo no me voy a mover de aquí. Vos terminás de arar y me
entregás los bueyes porque si no te como a vos.
Y
el hombre empezó apenado. Seguía arando y arando, y el tigre áhi
quieto. En eso el labrador empezó a escuchar unos tiros a la
distancia. Y para él fue un sosiego, porque dijo:
-Viene
alguien para que me ayude.
Y
cada vez los tiros más cerca, más cerca. Y el tigre le dice:
-¡No
te vas a mover de aquí! ¡No te vas a mover de aquí!
Y
este hombre rezaba a todos los santos, de que esta gente se acercara.
Y en efecto, no pasó mucho tiempo, se acercaron.
-¿Qué
anda haciendo? -le dice.
-No
vas a querer hablar -le dice el tigre.
-'Toy
arando, señor, mi rastrojo.
-¿No
nos darías permiso para cruzar hasta el otro lado?
-No
se te ocurra dar permiso -dice el tigre.
-Ay,
señor, si pasan por acá, la tierra 'tá recién ablandada, me lo
van echar a perder.
-Por
l'orillita aunque sea pasaremos.
-No
se te ocurra -le decía el tigre por lo bajo.
-No,
señor -dice; yo tengo miedo, algo puede ocurrir.
-¿Qué
es eso overo que se ve allá? -le dice uno de los cazadores.
-Decile
que son porotos -le dice el tigre.
-Son
porotos, señor, eso es lo que estoy por sembrar.
-¿Porotos?
¿Y por qué no los ponés en una bolsa, no ves que se te van a
desparramar todos?
-No
tengo bolsa, señor.
-Mirá,
yo te voy a prestar una. Y el tigre le contesta de abajo:
-Hacete
que me vas a meter en la bolsa, pero no se te ocurra meterme.
Bueno.
Viene el hombre, recibe la bolsa y lo mete no más al tigre.
-Atala
bien -le dicen los hombres.
Entonces
el tigre le dice:
-Vos
hacete que me vas atar, pero no me atés nada.
El
hombre lo mete dentro la bolsa y lu ata bien.
-Mirá,
ahora para que les salga la cáscara dura, pegale con el ojo el
hacha. Eso es lo mejor.
-No
se te ocurra -dice el tigre. Hacete el que me vas a pegar, pero no me
pegués a mí.
Y
agarra el hombre el hacha y le pega el hachazo al tigre en la cabeza
y lo mata y así se pudo salvar, pues, él y sus bueyes.
Lía
Escobar de Saravia, 70 años. Macapito. Anta. Salta, 1952.
Narrado
en Salta por Delia Corvacho de Saravia, 1970.
Es
una variante del cuento tradicional.
Cuento
365.
Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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