Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 2 de diciembre de 2013

El tigre y el zorro .146

Una vez que andaba el tigre con el zorro con mucho hambre. Que no podían hacer carne. Y se jueron a una aguada, ande tenían que bajar a tomar agua los animales. Áhi lo mandó el tigre al zorro que se subiera a un árbol a devisar. Y ya que se oyó un tropel y que dice el zorro:
-Allá viene una tropa 'e chanchos y en el medio viene un chancho relumbrando de gordo.
-Callate con esos cochinos puras orejas -que le dijo el tigre.
No le gustaron. Al rato vuelve a decir el zorro:
-Allá viene una tropilla 'e yeguas con un cojudo que relumbra 'e gordo.
-No -que dice el tigre, son muy hediondos, dejalos no más.
Y vuelve a decir el zorro:
-Allá viene una tropa 'e vacas con un toro que relumbra 'e gordo.
-No -que dice el tigre, ésos son muy puras aspas, dejalos no más.
Y vuelve a decir el zorro:
-Allá viene una tropa 'e terneros y en el medio viene una ternera que relumbra 'e gorda.
-Ésa me gusta -dijo el tigre. Echamelá pa acá.
El zorro arrió la ternera y el tigre la cazó. En seguida se puso a carniarla y el zorro le ayudaba. El tigre comía mientras iba carniando y no le daba nada al zorro. Y viendo esto, el zorro le empezó a pedir al tigre una achurita:
-¡Deme el librillo, tío tigre!
-No, que ése es pa mate de tu tía tigra.
-¡Deme el ocote grueso, tío!
-No, que ése es pa bombilla de tu tía tigra.
-¡Deme el estierco de la panza, tío!
-No, que ése es pa yerba de tu tía.
-¡Deme la vejía, siquiera!
Ésa se la dio. Claro, como no servía pa nada.
El zorro empezó a soplar la vejía, como hacen los chicos del campo, y andaba por áhi, muerto di hambre. El tigre 'taba lleno y se acostó a dormir y lo mandó al zorro que se subiera a un árbol a cuidar que no viniera naide.
El zorro se subió al árbol y comenzó a llenar de moscas la vejía. Cuando ya la tuvo bien llena, se bajó y despacito se l'ató a la cola 'el tigre. Se volvió a subir al árbol y le gritó:
-Mire, tío, el bicho que lo agarró de la cola.
Y claro, medio dormido, el tigre se miró, vio esa cosa rara prendida de la cola, y sintió el bramido de las moscas, y echó a correr. Ya lejo, perdió la vejía y se dio cuenta de la burla que le había hecho el zorro. Ahí no más se volvió enojadazo.
El zorro, mientras tanto, comió hasta que se llenó, y se ensan-grentó todo y se revolcó en la tierra. Cuando volvió el tigre y lo vido tan ensangrentau y lleno de tierra, que casi no se conocía, que le dice:
-¿Qué te ha pasau, Juan?
-Callesé, tío. Ha veníu una tropilla 'e perros y he teníu que peliar hasta recién, pa que no se coman toda la carne. Mire las güellas -que le dice.
Claro que el zorro había comío la carne y si había revolcau en el suelo. 'Taban las güellas no más, como si hubieran peliau una tropilla 'e perros.
Ya se le pasó la rabia al tigre, y entonce ya le dio un pedazo 'e carne. Cortó un costillar y le dice:
-Andá llevale a tu tía este costillar para que lu ase y me espere, que después voy a ir a comer.
Se va Juan... Por el camino iba comiendo de bocaditos y pensando cómo lo iba a joder otra vez al tío. Ya que llega y le dice a la tía:
-Aquí le traigo esta carne, tía.
-¿Y qué te ha dicho tu tío? -que le dice.
-Mi ha dicho que le diga a usté que ase este costillar, que lo comamos y los acostemos a dormir los dos.
-¡Cómo te va a decir eso, Juan!
-Sí, así ha dicho, ya no más va a venir pa ver si usté hace lo que él manda.
-¡La ocurrencia de tu tío!
La tigra no quería al principio, pero tanto la embromó el zorro que al fin se acostó con él. A la madrugada que viene el tigre a buscarlo a Juan, que no había vuelto. Juan, cuando lo ha sentíu al tigre que viene llegando, se ha asustau, se ha sosprendíu y ha salíu disparando. Cuando viene a salir de la puerta, le hace una escapada el tigre, y casi lu agarra. Se hace el chiquito el zorro y se dispara. Lo saca di atrás el tigre, y el zorro, en apuros se gana en la primera cueva que encuentra. El tigre mete la mano y lo alcanza a cazar de la cola. Y se ríe el zorro di adentro y le grita:
-¡Qué zonzo mi tío, que por agarrarme de la cola ha agarrau una ráiz! ¡Tire, tire tío tigre que ya la va a arrancar a la ráiz!
Y el tigre, créido, agarra y lo suelta. Se gana al fondo 'e la cueva y le dice:
-Lo jodí a mi tío, lo engañí. Ahora ya no me va a agarrar más. Me había agarrau la cola, ¡ja!, ¡ja!, ¡ja!...
Y ya se enojó el tigre y dice:
-¡Puta!... ¿Cómo hiciera pa sacarlo a este jodido de la gran puta? Voy a tener que ir a buscar un azadón.
Y redepente que viene un pájaro volando, y el tigre lo llama. Le dice que venga a cuidarlo a Juan, que él va a ir a buscar un azadón pa sacarlo, que le va pagar con un cordero gordo.
Juan que estaba jodíu porque lo 'taban cuidando en la puerta. Y pensaba y pensaba cómo se podía salvar del pájaro, y que le dice al pájaro:
-Oiga, tío pájaro, ¡dejemé salir!
-No, m'hijo -que le dice, voy a quedar mal con el tigre.
Y claro, como el tigre le había ofertau paga, ¡cómo lo iba a dejar salir al zorro! Y áhi que 'taban, y que le suplicaba Juan por todos los santos, y que no había caso. Y que viene Juan y piensa, y que dice:
-Bueno, lo voy a joder al pájaro.
Y entonce que le dice:
-Bueno, mirá pájaro, abrí bien grandes los ojos porque me voy a salir, no más, y áhi vas a quedar mal del todo. Mirá, abrí así los ojos pa que me viás bien.
Y el pájaro, claro, que abrió grande, grande los ojos, y que Juan agarró un puñau de tierra y se la zampó en los ojos. Entonce que el pájaro quedó ciego con la tierra y se comenzó a refregar los ojos. Y áhi aprovechó Juan y salió disparando.
Al momento no más cái el tigre con el cordero y le pregunta al pájaro:
-¿Ande 'tá Juan?
-Áhi 'tá -que le dice.
Ya le entregó el cordero al pájaro. Lo comió, y se voló. El tigre comenzó a trabajar la cueva. Y la cavó hasta que se terminó, y Juan se perdió. Y áhi que dijo:
-Mi ha jodíu el pájaro tabién.
Y que el pájaro andaba arriba y que no había caso que se baje, por más que lo llamaba el tigre. Bué... El tigre empezó a cortarle el rastro a Juan pa ver pande si había ido. Y al fin que ve por donde ha salíu disparando, y le cayó al rastro. Y le pegó al rastro hasta que va y lo encuentra durmiendo la siesta en un bajo. Y ya al tigre se le había pasau un poco la rabia. Que ya iba con la güena, y lo que hizo cuando lo vido durmiendo, que cortó un poco de paja brava, y le pasaba de cuando en cuando por la boca, a Juan. Y ya que Juan entre dormido que comenzó a decir:
-Pero, ¡moscas jodidas! que no me dejan dormir. Dejante, qui anoche nu hi podido dormir bien por dormir con mi tía tigra, estas jodidas me molestan.
Y áhi que se enojó el tigre y pegó un bramido. Y áhi que abre los ojos el zorro, y ve, ¡carajo!, al tío tigre sentau al lado. ¡Caráfita!, y que se enderieza, y áhi lo agarra el tigre y lo traga entero. Ni lo mascó siquiera de la rabia que tenía. Y a Juan que nunca le faltaba una cortapluma bien afilada. Y que 'taba en la panza, encerrau, que ya casi se moría augau. Y que decía:
-¡Qué hago! Si me salgo por las patas, me va a charquiar350 con las uñas. Si me salgo por la boca, me va a morder. Si me salgo por la cola, me va a emporcar.
Y áhi que se acordó, ¡caray!, de la cortapluma. Y que lo empezó a puntiar. Y que el tigre lo sentía y le decía:
-Sosegate, Juan, dejate 'e joder, no me estís mordiendo.
¡Jue pucha!, y era con el cortapluma que lo 'taba chuciando. Y en una de esas que le arrimó el cortapluma en deveras y le rajó la panza. Y ya cayó el tigre, y el zorro salió maniandosé en las tripas del tío tigre. Y se paró un poco, y esperó. Ya cuando vido que se murió el tigre, se volvió y le sacó unas lonjas de cuero. Con el cuero hizo bozal, riendas, chicotes, cinchas, de todo. Se previnió muy bien y se largó a andar andando. Y la tigra lo empezó a hacerlo perseguir a Juan a ver si lo podía hacer matar.
Pero como el tigre es tan duro ha vuelto a vivir y si ha sanáu de todas las lastimaduras y ha criau cuero. Lu ha curau una curandera que era comadre del tigre. Bien sanito ha quedau otra vez. Y ha salíu a buscarlo al zorro pa matarlo, y tuavía lu anda buscando.

Prefiterio Heredia, 54 años. Las Cañas. Los Corrales. Ayacucho. San Luis, 1951.

Cuento 146. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

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