Se encontraron el tigre y el zorro.
Y el tigre que siempre lo andaba buscando al zorro pa matarlo, le dice:
Y estaban a la orilla de un arroyo
y habían llegao unos yeguarizos a tomar agua, y le dice el zorro:
Y la vio el tigre y ahí no más la
cazó. Y se puso a carniar el tigre y el zorro le ayudaba. Y el tigre carniaba y
comía y no le daba nada al zorro. Y claro, el zorro ya se moría de hambre y le
pedía:
Y se la dio. Como era tiempo 'e
verano, el zorro la hizo secar y la sopló, y le metió unas toscas
adentro. Y áhi la tenía.
El tigre comió y le dice al zorro
que se suba a un árbol pa cuidar si viene alguien, que él va a dormir un rato.
Y el zorro se subió al árbol. Y ya cuando el tigre se durmió, se bajó muy
despacito y le ató la vejiga en la cola . Se volvió a subir, y de arriba le
dice:
-¡Tío!, ¡tío!, ¡dispierte, que
vienen unos hombres con perros, lo andan buscando! Vienen derecho pa este lao.
Y el tigre se despertó, y él lo que
movió la cola con las piedras, creyó que era el ruido de los perros que venían
y salió corriendo. Y claro, mientra más corría más cerca sentía los perros que
ya lo cazaban.
Entonce el zorro se quedó dueño de
toda la carne. Se bajó y comió. Y agarró un buen pedazo de asado y se jue a la
casa de la tigra. Y le dio la carne y le dijo que el tío lo mandaba pa que la
asaran y comieran juntos. Y que él se quedara áhi a dormir. Y le dijo que él no
podía por eso dir a su casa.
Al otro día, el tigre se cansó de
correr, y en eso se vio la vejiga, y se volvió. Se dio cuenta que era el zorro
que se la había colgao y ya dijo que lo iba a matar. Y llegó a la casa y el
zorro salió disparando. La tigra le contó lo que había pasado, y el tigre se
puso muy enojado. Y no sabía cómo hacer para matarlo. Entonces le dice a la
tigra que se va hacer el muerto.
Y se hizo el muerto. Y ya avisaron
a todos los animales que el tigre había muerto. Y le avisaron al sobrino,
claro. Y vino el zorro y lo vio al tigre que 'taba tirao en el suelo. Y claro,
empezó a desconfiar. Y entonce dice:
-Muerto que se pe no velo yo -dice
el zorro, y se disparó tamién.
Pascasio Castro, 70 años. Los
Toldos. General Viamonte. Buenos Aires, 1960.
Nativo del lugar. Buen narrador.
Iletrado, pero inteligente.
Cuento 200. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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