Era un tigre que se juntó con un
zorro. Que el zorro se llamaba Juancito. Se juntaron para andar los dos de
compañeros. Pero el tigre andaba con mucho hambre, porque no encontraba ninguna
presa y andaba por comerseló al zorro. El zorro ya si había dado cuenta del
peligro en que andaba y iba pensando cómo s'iba a salvar.
En eso que iban los dos compañeros,
el zorro encontró una coyunda y la alzó. El tigre le dijo que se podía remojar
la coyunda y que la podían comer. El zorro le dijo que no servía para comer y
que les iba a hacer mucha falta más adelante.
En eso iban, que vido el zorro que
a lo lejo se preparaba una tormenta, se veían unas nubes oscuras. Que se para
el zorro y muy asustado le dice al tigre:
-No, tío, aquella tormenta es de
viento, y es un viento que arranca los árboles y mata los animales y deja la
tierra limpia sin un yuyito. Sólo se salva el que se logra atar a algo muy
seguro.
Y áhi buscó el zorro un quebracho
que 'taba al abrigo de unas piedras muy grandes para amarrarse con un lazo. Y
cuando vio el tigre el ademán del zorro, que le dice que no, que lu ate a él.
Y el zorro si hacía de rogar, pero
al fin consintió y lu ató al tigre bien atau en el quebracho. Cuando vido el
zorro que 'taba bien atado el tigre, que le dice:
Y el tigre hizo juerza, todo lo que
pudo, pero no se podía ni mover, lo que 'taba bien amarrau con la coyunda.
Y áhi quedó el tigre esperando que
pasara alguno para que lo desatara. El tigre se moría di hambre. Después que
habían pasado dos días pasó por áhi un arriero, y el tigre le dijo que
l'hiciera el servicio de desatarlo. El arriero le decía que no, que lu iba a
comer. Y el tigre le decía que no, que cómo lu iba a comer si le hacía ese gran
servicio, que no lu iba a comer nada. Y tanto le rogó, que lo desató el
arriero, y como el tigre 'taba con tanto hambre, se lo comió no más al arriero.
Y después lo siguió al zorro, a
Juancito, al rastro. Iba muy enojado y ande lu encontrara lu iba a comer.
Ya cuando había andado dos días, lo
sintió Juancito al tigre que venía bramando, que lo iba alcanzando. Juancito,
en el camino, les había robau a unos arrieros que acampaban una noche, unos
quesíos
y azúcara.
Y se jue a una laguna. Y áhi entró a tirar pedacitos de quesío y azúcara al
centro de la laguna. Y Juancito se puso un poco adentro del agua y comía y se
saboriaba.
Y áhi li alcanzó un pedazo y l'hizo
probar. Y li alcanzó otro pedazo. Al tigre le gustó muchísimo. Y que le dice el
zorro:
La laguna era muy honda. El tigre
empezó a entrar y sacó unos pedacitos, pero los más grandes 'taban en lo más
hondo. En eso qu'iba entrando, el zorro lu empujó y el tigre se zambulló en una
parte muy honda y peligrosa. Y mientra el tigre, medio augau, trataba de salir
del agua, el Juancito se disparó, se jue.
Y ya salió el tigre y le volvió a
pegar
al rastro, al zorro. Ya iba dispuesto a matarlo ande lu encontrara. Y ya lu
alcanzó, y de lejo lo vio que 'taba revoliando un lazo que li había robau a
unos arrieros. Y áhi que le dice:
Y en eso llegó una manada de potros
al agua. Que el zorro 'taba en una aguada, que si había puesto a propósito áhi.
Y el zorro ató el lazo en un árbol, hizo la armada y tiró. De chiripa enlazó un
potro. El potro disparó, dio la estirada, se cortó el lazo, y se jue al suelo y
se descogotó. Y di áhi se allegó el tigre, y como tuvieron carne para dos días,
lo dejó al zorro para matarlo después.
Y Juancito no sabía qué inventar
para escaparse, porque cuando se terminara la carne lo iba a matar el tigre.
Salió entonce a buscar quien lo podría ayudar a enlazar, para carniar otra vez.
Eustaquio Funes, 62 años. El Morro.
Pedernera. San Luis, 1951.
Modesto propietario rural.
Cuento 148. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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