Había una vez un zorro que era muy
atusto
y le hacía muchas picardías al tigre. El tigre no lo podía agarrar y le encargó
a todos los animales del monte que lo agarren. Entonce, de todas partes lo
llamaban porque era muy pícaro. Entonce, una vuelta, dijieron, entre todos los
animales, que lo iban a mandar a llamar para poder agarrarlo, atraparlo, porque
el tigre estaba enfermo. Entonce él vino. Y vio que había un ambiente medio
regular, entonce 'tuvo un ratito y se fue.
Como a los dos o tres días lo
llamaron y le dijieron que ya había muerto el tigre, que viniera al velorio.
Entonce él dijo que sí, que cómo no, que iba a venir, pero que iba a estar
hasta las doce de la noche. Y vino.
Bueno... Y entonce todos se
quedaron ahí. El zorro dijo que si a esa hora el tigre no se tiraba un pedo,
era porque 'taba vivo. Bueno... Todos dijieron que a esa hora, a las doce de la
noche iban a atrapar el zorro. Vino el zorro y entonce él se sentó justamente,
juntito a la puerta, no más. Y a las doce de la noche el tigre se tiró un pedo,
y él dijo:
Entonce salió disparando. Y lo
corrieron todos los bichos de atrás. Entonce, cuando iba a pasar un arroyo, en
la oscuridá de la noche, el tigre le agarró la mano. Entonce él se tiró una
carcajada, y dijo:
¡por agarrarme la mano
Entonce lo largó. Y cuando vieron
que otra vez se había reído de él, lo siguieron corriendo. Y ya 'taba en que lo
alcanzaban, y no lo alcanzaban, y se metió en una cueva.
-Señor carancho, venga, venga,
cuideló acá, que lo tenemos a Juan el Zorro, escondido acá, a ver si lo podemos
cachar. Porque no tenemos con qué cavar.
Entonce cuando el zorro vio que no
había nada más que el carancho, salió a la puerta de la cueva y le dice:
-Buenos días, mi amigo carancho,
¿cómo le va? Mi han dicho que usté canta muy lindo. Yo quisiera que usté me
cante un poquito.
Entonce, en esa oportunidá, agarró
un puñado de tierra y le echó en los ojos. Entonce, claro, cuando él se
limpiaba los ojos, el zorro disparó.
Entonce lo corrieron los otros
animales que 'taban por ahí. Ya lo alcanzaron y se subió arriba de un árbol.
Y le empezaron a cortar al árbol para agarrarlo. Y 'taban cortando al árbol y
el zorro no tenía escapatoria. Y entonce dice que empezó a decir:
-Uno, dos, tres, cuatro, cinco,
seis, siete, ocho cazadores con ocho escopetas y ocho perros vienen allá...
Entonce los otros animales salieron
disparando y lo dejaron. Entonce él agarró y se fue, se disparó, ¿no? Otra vez
se salvó por sus picardías.
Tránsito Ereñú de Páez, 79 años.
Nogoyá. Entre Ríos, 1970. Nativa del lugar. Semiculta.
Cuento 188. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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