El tigre se llamaba Ildefonso.
Adoptó como sobrino al zorro que se llamaba Juan. Andaban juntos. En cierta
oportunidad andaban buscando carne. Querían procurarse una res.
Y se fueron a una aguada. Vino la
hacienda a beber. El zorro atajó los animales y el tío mató un animal gordo. El
tío carnió y comió y al sobrino no le daba nada.
Al fin, lo mandó al zorro con un
costillar para que la tía tigra lo prepare, lo ase y lo espere a él.
Llegó el tigre y encontró con que
el zorro le había comido el asado. Y como ya le había hecho otras pillerías,
salió a buscarlo para castigarlo.
Al domingo siguiente había en la
pulpería
del pago, carreras
y otros juegos. El tigre pensó que iría el zorro y aprovechó para ver si podía
cazar al sobrino.
Pero el zorro, calculando que
encontraría al tigre, había hecho una cueva con una entrada ancha y que tenía
una salida angosta, una cueva con dos bocas.
Y cuando lo vio el tigre al zorro
lo sacó corriendo. El zorro se metió en la cueva y el tigre entró de atrás con
toda facilidá, pero se quedó encajado en el medio de la cueva. El zorro salió
por la otra boca y se disparó al monte. El tigre salió burlado y Juan se fue de
la pulpería, y se metió en el monte porque sabía que el tigre en cuanto saliera
de la cueva lo iba a buscar para matarlo.
Silvano Arístides Hernández, 61
años. Mar del Plata. Buenos Aires, 1958.
El narrador es director de escuela
jubilado. Oyó los cuentos del zorro a don Apolinario Tapir, viejo peón de
estancia, vecino de Castelli, cuando él era niño. Los oyó muchas veces y en
diferentes oportunidades a otros peones de campo.
Cuento 196. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1 anonimo (argentina) - 030
No hay comentarios:
Publicar un comentario