Una vez el tigre se cazó una
ternera gorda y se la estaba comiendo cuando llegó el zorro. Empezó a pedirle
llorisquiando que le convidara con algo porque ya se moría di hambre.
Cuando el tigre se llenó de comer
lo mejor del animal muerto, le dio sueño y se acostó a dormir, y lo mandó al
zorro que le cuidara la presa.
Cuando el tigre se durmió, buscó
una pajita, el zorro, y se la pasó por los bigotes para estar seguro, y cuando
vio que no sentía nada, le dijo:
Agarró la vejía y la llenó de
moscardones y se la ató en la cola del tigre. Después se subió a una loma y
empezó a gritar:
Entonce el tigre se despertó, y le
dice:
En eso sintió el tigre el bramido
que hacían los moscardones en la vejía, y pensó el tigre que eran los perros
que venían llegando, y salió disparando. Y mientras más corría, le parecía que
más cerca lo perseguían, hasta que cansado de correr se paró en un bañau y
recién descubrió que era la picardía que le había hecho el zorro.
-Ya me la pagarás, sobrino de
porquería -dijo- y se volvió con rabia, pero el zorro, después de llenarse con
la carne de la ternera, se mandó a mudar, porque sabía que el tigre lu iba a
perseguir.
-Desde hoy me cuidaré -dijo el
zorro- y se escondía en un pajonal cerca del arroyo, y para bajar a tomar agua,
se valía de un ardí para saber si estaba el tigre por ahí cerca. Antes de
agacharse a tomar agua decía:
-Y en eso el tigre le contesta:
Cleobulino E. Ojeda, 37 años. Los
Tapiales. Pringles. San Luis, 1952.
Cuento 149. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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