Al día
siguiente, antes del canto del gallo, el anciano rey y sus tres desgraciadas
hijas se dirigieron hacia la guardia del dragón. Fueron recibidos por nueve
feroces rugidos y, entre las rocas, aparecieron nueve horribles cabezas.
Las
princesas estaban casi a punto de desmayarse de pánico cuando, como si hubiera
salido de la nada, apareció un caballero sobre un precioso caballo blanco. Con
la visera bajada y la espalda desenvainada, galopaba velozmente hacia el
monstruo. Quien iba a pensar que era Mumu, el paje mudo. El monstruo rugió
furioso, sus nueve fauces escupían fuego al príncipe, pero Mumu no retrocedió.
Con valentía, Mumu golpeo las cabezas del dragón y la sangre salió a
borbotones, pero cuando una cabeza rodaba por fin por el suelo, inmediatamente
aparecía otra. Mumu estaba cansado, parecía que no iba a conseguirlo, pero la
princesa mas joven le lanzo su rosa blanca y rápidamente Mumu volvió a recobrar
las fuerzas para continuar el combate.
Las cabezas
del dragón caían como el trigo bajo la hoz y en poco tiempo todas, hasta la
ultima cabeza, yacían sobre el terreno.
El
príncipe corto la lengua, la puso en su alforja y sin decir una palabra se
marcho a toda velocidad, como había venido. Cuando las princesas, llenas de
jubilo, volvieron a palacio con el rey, Mumu, el paje mudo, estaba junto a la
verja y les saludó con una feliz sonrisa.
-¡Oh,
cobarde ingrato! -le reprochó en broma Rosalinda-, nos has abandonado cuando te
necesitábamos. Pero te perdono por tu sonrisa.
-"Mu-mu"-respondió
el príncipe sonriendo. Aquella noche la princesa encontró sobre su almohada una
rosa blanca.
-¿Quién
crees que la dejo allí?
0.999.1 anonimo
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