El pájaro kandowei habita el lomo de los búfalos,
cómodo como Pedro por su casa, alimentándose de las moscas que lo revolotean y
los insectos que se posan en él. Los indígenas de la Malasia cuentan cómo fue
que se inició esta extraña asociación.
Un día que empezó y terminó hace muchísimo tiempo, un
kandowei se acercó a un búfalo que pastaba cerca de la playa, y le dijo:
-Si yo quisiera, podría beberme toda el agua del mar.
Los búfalos suelen ser bastante bobos por naturaleza.
Éste no era la excepción. Miró al pájaro de costado, luego miró al mar. Luego
volvió a mirar al pájaro, y volvió a mirar al mar. Entonces siguió comiendo, y
como si nada, comentó:
- Si tú puedes hacer eso, imagínate yo, con lo grande
que soy.
-Yo no estaría tan seguro -le contestó el kandowei
mientras revoloteaba alrededor de su cabeza. Si quieres, podemos hacer el
experimento.
-A mí me da igual -dijo el búfalo. Total, seguro que
te gano.
El kandowei dirigió al búfalo hasta una bahía, cercada
por montes, altas rocas y precipicios que no dejaban ver al mar en su
totalidad.
Era temprano en la mañana, y la marea comenzaba a
subir.
-Comenzaré yo -dijo el búfalo, así terminamos con esto
rápido y podemos aprovechar el día.
El pobre búfalo empezó a beber agua. Bebió y bebió
durante horas. Cuando estuvo tan hinchado que sólo con soplarlo podría haber
reventado como una represa, miró al frente y vio que el agua no sólo no había
bajado, sino que se hallaba mucho más alta que al comenzar.
-No... entiendo... -dijo, un poco mareado.
-Creí que sería fácil para ti -le dijo el kandowei.
-¿Por qué no pruebas tú, pájaro fanfarrón? Si te bebes
el mar, te juro que seré tu esclavo hasta el fin de los tiempos.
El pájaro se colocó en la orilla, miró al búfalo y
sonrió. El día ya estaba terminando y era el momento en que la marea baja.
Colocó su pico en el agua, y esperó.
El búfalo, recuperándose de su empacho de agua, perdió
el equilibro por la impresión. El agua de lo que él creía era todo el mar, no
sólo estaba bajando de nivel sino que iba desapareciendo de a poco.
Una vez que fue posible caminar por sobre el fondo de
la bahía sin mojarse las patas, el búfalo no tuvo más remedio que cumplir su
promesa. El kandowei se posó sobre su lomo y desde entonces no se ha vuelto a
bajar.
Lo cierto es que el búfalo dejó de ser su esclavo al
cabo de los primeros milenios, cuando se dieron cuenta de que en realidad se
estaban ayudando el uno al otro. El pájaro tiene alimento constante en su lomo
y el búfalo está siempre limpio y libre de moscas que lo molesten.
Un equilibrio parecido al de toda buena amistad.
Cuento popular
Fuente: Azarmedia-Costard
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0.154.1 anonimo (malasia)
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