Como todo el
mundo sabe, en Lyon vivía un hombre tan tacaño, que para ahorrar un pelo era
capaz de partirlo por la mitad.
Dicen que un día este hombre oyó que en cierto lugar
vivía alguien mucho más tacaño que él. Como nunca está de más aprender cosas
nuevas, nuestro hombre decidió emprender camino para conocerlo.
Llegó entonces a la casa de este usurero mayor, al que
llamaban Monsieur Bombilla. Acababa
de levantarse y peinaba sus largos y sucios cabellos con sus largas y sucias
unas.
-¡Buenos días! -dijo nuestro hombre.
-¡Sí que son buenos! -contestó Monsieur Bombilla, de buen humor.
-Me voy a presentar, si le parece bien.
-Preséntese, que somos pocos.
-Me llamo Piloc. Tal vez haya oído hablar de mí.
-Por supuesto. Se dice que es usted un maestro del
ahorro.
-Hago lo que puedo -contestó nuestro hombre. Le diré
para qué vine. Me han dicho que usted tampoco deja pasar la oportunidad de
guardar los centavos en su bolsillo, y como soy un hombre al que también le
gusta ahorrar conocimientos, vine a que me dé algunas pistas y enseñanzas en
el arte de la usura.
-Es un honor para mí -le dijo Monsieur Bombilla, sinceramente emocionado-. Antes que nada... ¿ha
desayunado?
-No.
-Muy bien, entonces primero nos desayunamos, y luego
nos entregamos a la enseñanza.
-Estoy de acuerdo.
Salieron los dos hombres a comprar comida al pueblo.
Se acercaron a la panadería, y preguntaron:
-¿Está bueno el pan?
-El pan, excelente -contestó el panadero con orgullo.
Está tan bien amasado, que al comerlo les parecerá una manteca.
Monsieur Bombilla
se quedó pensando.
-Da la impresión -le dijo a Piloc- que la manteca es
más barata que el pan. ¿Le parece que compremos manteca?
-Vamos a comprar manteca.
Caminaron hasta el almacén, y preguntaron:
-Buenos días. ¿Tienen ustedes buena manteca?
-Más que buena: mírela. Fina como el aceite.
-¿Usted qué opina? -le preguntó Monsieur Bombilla a Piloc. Parece ser que el aceite es más barato
que la manteca.
-Opino que entonces compremos aceite.
Caminando, caminando, llegaron a la casa de Madame Bougnette.
-¡Buenos días, Madame
Bougnette!
-Buenos días, Monsieur
Bombilla.
-Quisiéramos un poco de aceite. ¿El aceite que usted
tiene es bueno?
-¡Es buenísimo! Mírenlo, es tan claro como el agua
mineral.
-Caramba -comentó en voz baja Monsieur Bombilla.
Resulta que entonces el agua es más barata que el
aceite...
Los dos miraron al mismo tiempo la fuente que había en
el centro de la plaza.
-No seamos tontos -continuó- y desayunemos de la
fuente.
Y los dos avaros se dirigieron con prisa a la gran
fuente y se desayunaron con agua.
Cuento popular
Fuente: Azarmedia-Costard
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0.120.1 anonimo (francia)
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