Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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sábado, 29 de marzo de 2014

El hombre, el tigre y la zorra .380

Qu' era un hombre pobre que tenía una casita. Era solo, y tenía una yuntita 'e güeyes.
Había llovíu, y estaba sembrando.
Si había disparau un tigre qui andaban persiguiendo unos tigreros. Y pórque no viene ande 'staba el hombre arando este tigre. Que ya llega, y que le dice:
-¡Güen día, amigo!
-¡Güen día, señor! -que le dice el hombre muerto 'e susto.
-¿A qué hora va a desuñir?
-A las doce -que le dice.
-Güeno, lo que desate, me va a dar un güey para comer.
Entonce qué dice el hombre:
-¡Pero, señor, soy pobre, no tengo más qu' estos güeycitos! ¡Cómo se los voy a dar!
-Yo no sé nada, me tiene que dar uno en seguida, si no, se los voy a comer a los dos, y a usté tamén. Voy a esperar.
Entonce, qui había un tala a la orilla del rastrojo. Qu' era una sombra lindísima, y que el tigre se botó a dormir áhi. Era en tiempo 'e verano y hacía un sol juertísimo.
Bué... Entonce que el hombre andaba tristísimo, arando. Y pórque no se li aparece una zorra, muerta di hambre, buscando algo pa comer, y le pide al hombre que le dé un lacito pa comer. Entonce el hombre le dijo qui andaba en apuro.
-¿Qu' es eso overo? -le dice la zorra.
-Es un tigre, y me quiere comer a mí y a los güeyes.
-Lu andan buscando unos hombres pa matarlo al tigre. Yo lo voy a salvar a usté.
-No, ¡qué va hacer! -le dice el hombre.
El rastrojo qu'era muy encerrado entre sierras, y que nu había mucho pu ande disparar.
-Mire -le dice la zorra al hombre, yo le voy a preguntar desde lejo, como si jueran los hombre qui andan buscando el tigre, y usté me va contestar.
El tigre que había pasau mala noche por escapar a los perseguido-res, y 'taba a todo esto dormidazo.
La zorra subió a la loma gritando y gritando, y rodiando el rastrojo. Y ya qui oyó el tigre, y que le dice al hombre:
-Amigo, ¿quén grita?
El hombre le dice:
-Parece una comisión qui han rodeáu el rastrojo, y dicen que si nu hí visto el tigre.
-Digalé, amigo, que no lu ha visto. No le voy a comer nada el güey, y vamos a quedar di amigos.
-No lu hi visto -dijo el hombre.
-¿Y qu'es eso que overea abajo 'el tala? -que dijo la zorra.
-Digalé, amigo -que le dijo el tigre, que son higos blancos y negros.
-Son higos blancos y negros -gritó el hombre.
-Entonce, ensaque, amigo, esos higos. Que la comisión ya llega y se los va a comer todos.
-¿No tiene un saco, amigo? -le dice el tigre.
-Sí, señor -que le dice.
El hombre con casualidá tenía una d'esos sacos antiguos, hechos di un cuero entero, y lo qui había llovido, qu'estaba blandito.
-Echemé, amigo, al saco. No tenga cuidado, que no le voy a comer el güey.
-Ya lu echí -que le dice el hombre a la zorra.
-Cosalé, amigo, la boca al saco, que no se le salgan los higos -le gritó la zorra.
-Cosaló, amigo -que le dijo el tigre.
El hombre le cosió bien la boca al saco con un tiento grueso y doble.
La zorra ya venía cerca y que le dice:
-Vaya dandolé con el ojo 'e l'hacha a ese saco pa que se aplaste.
Y el hombre le pegó con l'hacha hasta matarlo al tigre. Qu'el tigre bramaba y saltaba, pero qu'era inútil porque no podía salir.
Y así lo salvó la zorra al hombre. El hombre le dio una gran comilona, y se despidieron.

Juan Lucero, 58 años. El Durazno. Pringles. San Luis, 1944.

Gran narrador.

Cuento 380. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini

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