Había unos señores, una
señora y un señor, unos viejitos, que tenían, este, un gaíto.
Se habían hecho de ese gaíto, gaíto pelado muy lindo, pero bien pelado. Después
se empezó a poner malo con las gaínas.
Entonce dijo la viejita un día:
-Hay
que tirarlo a ése, por no matalo hay que tirarlo.
Entonce
el viejito lu agarró y lo llevó lejo, y lo largó.
Se
puso a caminar el gaíto, por un camino.
Y lo
encontró un tigre. Le dijo:
-Vas a
ver si no te vuá
comé.
-No me
coma, que le vuá dar un trabajo.
-Metasé
en mi culito y tranquesé con un palito.
Lo
hizo el tigre. En seguida encontró un lión. Le dijo:
-Vas a
ver si no te vuá comé.
-No me
coma. Le vuá dar un trabajo.
-Metasé
en mi culito y tranquesé con un palito.
Siguió
camino. En seguida, encontró un zorro. Le dijo:
-Vas a
ver si no te vuá comé.
-No me
coma, que le vuá dar un trabajo.
Metasé en mi culito y
tranquesé con un palito.
Al
poco andar encontró un riyo
crecido. Y no lo podía pasar. Y se puso a tomá agua el gaíto. La tomó a toda. Y
lo llevó al riyo.
Llegó
a la casa de otro viejito y otra viejita. Que le dice:
-Miró,
viejo -que le dice. Mirá qué gallo lindo. Lo vamos echar al gallinero pa que
hagamos cruza de pollos.
Y en
la noche el gaíto le dijo:
-Zorro,
zorro, salí comé gaínas gordas.
Y
salió el zorro y se comió unas cuantas gaínas.
Al
otro día se levantó la viejita enojada:
-Mirá
lo que mi ha hecho el gallo, mi ha comíu laas
gaínas. Lo vamos echar al corral de las yeguas pa que lo maten a patadas.
Y en
la noche hizo lo mismo el gaíto. Le dijo:
-Lión,
lión, salí comé yeguas gordas.
Salió
el lión y se comió tres u cuatro.
Al
otro día, la viejita enojada:
-Mirá,
los ha comíu los animales. Lo vamos echar al corral de las vacas. Hay vacas
bravas, que lo maten a cornazos.
-Tigre,
tigre, salí, comé vacas gordas.
Salió
el tigre y comió otras.
En la
mañana ya se levantó enojada la vieja:
-Nu
hay más que carniarlo.
Y lu
agarraron. Cuando lu agarraron y lo oprimieron un poco, empezó a tirá l'agua. Y
los augó a los viejitos.
Así
que el gaíto quedó solo y dueño de todo lo que tenían los viejitos.
Julián Aguilera, 65
años. Las Barranquitas. Pringles. San Luis, 1971.
Cuento 396. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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