En una tribu de matacos
el cacique sufría de una extraña enfermedad que tenía a todos muy preocupados.
Ninguno de los remedios conocidos curaba su mal.
Puyjú, el anciano sabio
de la tribu, se ofreció ir a la ciudad de los blancos en busca de ayuda o
consejo.
El cacique accedió, pero
ordenó a su hijo Allpa que acompañara al anciano. Allpa era muy irresponsable,
pero eso no le preocupaba al viejo sabio, su único pensamiento giraba en torno
a la solución de los problemas de salud del gran cacique.
Comenzaron los
preparativos de la marcha y muy de mañana partieron. Como el trayecto era tan
largo, Puyjú fue narrando muchos de los relatos con que mantenía entrenida a la
tribu por las noches.
Mientras iba contando
tropezó con una herradura.
‑Levántala, quizás nos
haga falta ‑le dijo a Allpa.
El muchacho se encogió de
hombros y le contestó:
‑Bastante llevamos ya,
seguro que sólo nos servirá para aumentar el peso de la carga.
Sin esperar respuesta, la
dejó tirada y siguió adelante. Puyjú se agachó y la guardó entre sus
vestimentas.
Llegaron a la ciudad al
mediodía cuando el sol quemaba las calles sin piedad. La provista se les había
agotado y empezaron a sentir hambre y sed. Justo en ese momento pasaron frente
a una herrería y Puyjú aprovechó la oportunidad para vender la herradura.
Con el dinero compró
naranjas que saboreó con placer. Allpa
lo observaba con cara de enojo. Se moría de ganas de pedirle una,
pero su orgullo se lo impidió. El anciano siguió comiendo y al rato dejó caer
una con disimulo y con el mismo recelo Allpa la levantó y la comió.
Esto se repitió varias
veces mientras los dos seguían en silencio.
Finalmente Puyjú
consiguió el remedio que buscaban y regresaron.
El muchacho siguió serio,
distante y pensativo.
Entonces, el anciano lo
abrazó y le dijo con cariño:
‑No te preocupes, no eres
el primero ni el último que ha dejado una herradura tirada en el camino.
Allpa sonrió aliviado,
descansaron y continuaron la marcha. Al día siguiente llegaron contentos, el
cacique pudo tomar el remedio y rápidamente se recuperó, pero su alegría fue
mayor al ver a su hijo tan cambiado, sereno y responsable.
Argentina, Paraguay, Chile.
Fuente: María Luísa Miretti
0.081.1 anonimo (sudamerica)
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