Es que el tigre, como no lo podía
pillar al zorro, resolvió esconderse ande tenía que venir a tomar agua. Había
una seca muy grande y áhi era la única parte ande había un ojo di agua.
Y es que viene el zorro y como es
tan astuto venía escuchando. Y ya oyó un ruidito de las hojas secas y se dio
cuenta qui áhi 'taba el tigre. Y es que dice, de lejito no más:
Nada el tigre. Y vuelve a decir el
zorro:
Y ya lo vio al tigre y vuelve a
decir, ya más fuerte:
Ya no había podido sufrir el tigre
y le dice, con rabia:
-¡Agua qui habla no bebo yo! -dice
el zorro, y que sale corriendo. Si ha disparau.
Es que ha saltau el tigre, pero ya
no le vio ni el polvo. Más rabia tenía y lo siguió persiguiendo.
María Adela Oviedo de Nieva, 68
años. Santa Rosa. Tinogasta. Catamarca, 1970.
Cuento 127. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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