El zorro ya no tenía ande ir que el
tigre no lo persiguiera. Había una sola parte pa ir a tomar agua y áhi siempre
bajaba Juan con desconfianza. Había una seca muy grande y nu había otra parte
pa ir. Como el tigre sabía esto, jue y se metió entre los yuyos y esperó que
viniera Juan. Al rato no más llegó Juan. De lejo le pareció ver el bulto overo
del tigre, pero no 'taba seguro, Entonce, de lejito no más dice:
-Pero, ¡ve!, que todos los días me
contesta y agora no dice nada, esta agua. Agora me voy a dir sin beber.
Juan Lucero, 65 años. El Durazno.
Pringles. San Luis, 1950.
Cuento 139. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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