Había una vez un bonzo que tenía un defecto en la
nariz. Su voz resultaba tan cómica que provocaba la risa de todo el que lo oía.
Un día, el bonzo tenía que asistir a una reunión que
se celebraba en un templo de la prefectura vecina. Como quería quedar bien
delante de sus superiores, eligió de entre sus discípulos a los tres mejores
para que le acompañasen. Antes de salir les hizo cambiar el kimono, afeitar la
cabeza, revisó sus sandalias y al ver que todo estaba en orden les dijo:
-No olvidéis que la reunión de hoy es muy importante,
portaros bien, haced las reverencias debidas y sobre todo actuad como yo.
Los tres jóvenes estudiantes asintieron y muy
contentos por poder salir del templo, se propusieron no hacer enfadar al bonzo
y obedecerle en todo.
Después de casi tres horas de camino, llegaron al
templo del Gran Buda donde ya estaban esperándoles todos los demás bonzos. Les
dieron la bienvenida muy cortésmente y pasaron a la sala principal. Allí les
tenían preparada una exquisita comida en mesillas individuales. Los platos eran
vegetarianos, ya que los bonzos no pueden comer carne. Había rábanos con salsa,
patatas cocidas con setas, etc... Todo era muy apetitoso y después de la larga
caminata los discípulos tenían apetito, pero esperaron a que el bonzo
empezara, tal como éste les había dicho.
Al coger el bonzo los palillos, ellos también los
cogieron, después tomó una colocasia y, en ese momento..., al ser tan babosa,
se escapó de entre los palillos. Los jóvenes bonzos, al ver lo ocurrido, se
apresuraron a coger inmediatamente y hacer resbalar su respectiva colocasia.
El bonzo se apuró y sin saber qué hacer, fingió tos:
-¡Ejem, ejem!
Trató de disimular y la recogió por debajo de la
mesa. Entonces, los tres fingieron tos y la recogieron al mismo tiempo.
Poco después, cuando todos terminaron de comer, el
bonzo se levantó para hacer un pequeño discurso. Los discípulos, que no se
perdían ninguno de sus actos, al mirarle se dieron cuenta de que en la mejilla
izquierda llevaba pegados unos granos de arroz. Enseguida buscaron restos de
arroz en sus escudillas y se los pegaron en la misma mejilla...
El bonzo no podía resistir más esta burla. Como temía
que al reñirles fuera peor, hizo ver que no se daba cuenta de nada. Sin
embargo, por dentro se iba poniendo nervioso.
Cuando terminaron cada uno de ellos sus discursos, se
dirigieron al oratorio, donde estaba la estatua de Buda, se sentaron en
cuclillas, con la espalda completamente recta y el librito de plegarias en las
manos.
Como este bonzo era el mayor de ellos, le tocó dirigir
la oración, se sentó al lado del tambor de madera, que se usa para acompañarse
en los rezos budistas, y empezó a leer...
Pero al tener esta deficiencia nasal, no podía leer
los sutras con claridad. Todos respondían lo debido menos los tres que repetían
exactamente lo que deletreaba él.
El bonzo se enfadó mucho y exclamó:
-¡Basta ya! ¡Lean correctamente y con respeto!
Todos se rieron de ellos, el maestro especialmente
fue el hazmerreír en el oratorio; le dio tanta vergüenza que les riñó de
nuevo, pero ellos reproducían sus mismas palabras. Entonces, pensó que era
mejor marcharse y se levantó atolondradamente. Lo hizo con tan mala suerte que
se pisó los faldones y rodó por el suelo. Para imitarle, los tres también se
cayeron.
El bonzo se puso colorado de aturdimiento; corriendo
salió a la calle y les gritó «tontos».
Rápidamente, ellos a coro repitieron «tontos» y le
siguieron tan satisfechos de haberle obedecido en todo.
Explicaciones del cuento
Colocasia: Planta
originaria de la India
de hojas grandes y lanceoladas. Su raíz es un bulbo carnoso comestible que una
vez cocido es muy baboso y resbaladizo.
0.040.1 anonimo (japon) - 028
viva el crisppy
ResponderEliminareste cuento me ayudó mucho para mi clase de español y literatura
ResponderEliminarComo te imaginas un templo budistas
ResponderEliminarDescribe algunos detalles de una ceremonia budista como la descrita,y la manera como deben vestir los asistentes.
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