Una vendedora de empanadas pasaba
todos los días por un camino llevando una batea con empanadas. La lleva en la
cabeza a la batea como llevan las vendedoras de pan y de empanadas.
Entonces, un día pasó y golpeó a un
quirquincho, que es un animalito que cruza los caminos, y le dio con el pie.
Entonces el quirquincho se hizo el muerto. Y la señora dijo:
Y lo levantó y lo puso en la batea.
Pero este quirquincho se había hecho el muerto, porque viendo tantas empanadas
ricas empezó a comer un poco y luego a tirarlas. La señora, como no sentía el
movimiento del quirquincho, porque la batea la llevaba en la cabeza, entonces
no sabía lo que hacía el quirquincho. Cuando pasó por abajo de un árbol, se
agarró de las ramas con las patitas y quedó ahí colgado.
Entonces, la señora llegó a la
casa, y se encuentra sin el quirquincho. Pero se da cuenta del daño que le
había hecho a las empanadas y de la cantidá de empanadas que le faltaba.
Entonces el quirquincho bajó del
árbol y se fue a comer las empanadas. En eso llega su compadre, el zorro. Y le
dice:
Y le dice que estaba comiendo una
hermosa comida, pero que gracias a su ingenio de haberse hecho el muerto.
Entonces el zorro piensa hacer lo mismo, porque esta señora era vendedora
de empanadas y pasaba todos los días con su batea con empanadas.
Al otro día pasa la señora con su
mercancía y el zorro, al verla, también se hace el muerto. Pero la señora, como
no le tenía mucha simpatía al zorro, tomó un palo y le dio una buena paliza.
Entonces el pobre zorro no pudo comer las empanadas de la vendedora.
Elba Noemí Reinoso de Díaz, 41
años. Finca El Rincón. Tinogasta. Catamarca, 1970.
La narradora, maestra de escuela,
dice que aprendió este cuento de niña. Lo oyó narrar muchas veces a los peones
de la finca de su padre, donde ella nació y creció.
Cuento 12. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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