La urpila estaba empollando en el
suelo, abajo de un árbol. Y de estar, pasa por áhi el zorro y la encuentra. La
mira y le dice:
-No, don Juan, no me coma tuavía,
dejemé pa después, ya entre dos u tres días vuá hacer reventar,
y ya puede comer más.
La urpila quedó muy triste
llorando. Y en eso pasa tío Agustín, el chuschín, que siempre anda en el suelo
buscando comidita, y al verla llorar le dice:
La urpila hizo lo que le dijo el
tío Agustín. A los tres días volvió el zorro pa comerla a la urpila con los
hijos, y no la halla, y se enoja, y dice:
Empieza a olfatiar y la descubre
arriba, y le dice:
Y le insistía que baje. La urpila
no quería por nada bajar. Y el zorro al ver que era inútil le dice:
Y sale el zorro muy enojao, y de
estar, lo ve a tío Agustín muy entretenido buscando gusanitos en el suelo. Se
va despacito, lo gatia
y le pega un salto, y lo agarra del lomo. Y ya se lo lleva pa comerlo. Lo
llevaba a tío Agustín en la boca, y en eso pasan unos contrabandistas y
empezaron a gritar:
Tío Agustín que iba temblando de
miedo, que ya se vía muerto, viendo un lao pa salvarse, le dice al zorro:
Delfín Camaño, 77 años. Ampollas.
Santa Rosa. Catamarca, 1946.
Campesino rústico. Muy buen
narrador.
Cuento 18. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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