Una vez,
Shertat y su madre se fueron de viaje. Pasaron dos días cruzando el desierto
sin comer nada y Shertat estaba muy hambriento. De repente, le dijo a su
madre:
-De
ahora en adelante, cuando yo cace una gacela, tienes que traer tu gadhat [1]
para recoger su sangre, pues la perdemos siempre y ahora nos vamos a morir de
hambre si no lo aprovechamos todo.
Al cabo
de un rato, cuando ya había oscurecido, pasó trotando el león. Shertat vio su
silueta y creyó que era una gacela. Corrió detrás de él. Cuando le dio alcance
se abalanzó sobre el león y éste, furioso, se revolvió contra él y lo cogió
por la garganta con intención de estrangularlo. Apretó tan fuerte, tan fuerte,
que Shertat explotó por detrás.
La
madre, que esperaba atentamente con su gadhat
a punto, fue corriendo y la puso debajo para recoger lo que ella creía sangre,
hasta que se llenó y volvió al lugar donde estaban acampados. Empezó a encender
el fuego para preparar la cena.
El león
no dejó a Shertat hasta que se desmayó. Cuando recobró el conocimiento se fue
hacia donde estaba su madre. La encontró muy ocupada trabajando y le preguntó:
-¿Qué
estás haciendo?
-Estoy
preparando la cena con la sangre de la gacela que has cogido.
-¡Que te vuelvas! [2], -exclamó furioso Shertat-. ¿Siempre que
ves a dos jugando tienes que venir con tu gadhat?
Lo que tú has visto era un juego entre el león y yo.
051 Anónimo (saharaui)
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