Érase una
vez un genio y un humano con sus espectivas mujeres. Hablando, dijo un día el
genio:
-Mi
trabajo es introducirme en los cuerpos de los seres humanos; los domino y los
vuelvo locos. Tú puedes exorcizarlos, yo salgo y así podemos ganarnos bien la
vida.
Sus
mujeres oyeron esta conversación y decidieron robarles la idea y llevar a cabo
sus proyectos.
Los dos
hombres lo perdieron todo y se quedaron sin nada que hacer. El humano le dijo
al genio:
-Las mujeres
nos han dejado sin trabajó. Ahora no tenemos más remedio que salir a ganarnos
el sustento.
Decidieron
ir a la ciudad y andando, andando, encontraron una en donde había un alcalde
cuya hija era la más hermosa de todas las muchachas que allí había. Cuando
entraban, dijo el genio:
-Lo que
haga uno debe, respetarlo el otro, ¿de acuerdo?
Partió
el genio y se introdujo dentro del cuerpo de la hija del alcalde y, ésta se
volvió loca.
La
noticia llegó a oídos del humano; quien se presentó: ante el alcalde y le dijo
que él conocía la manera de sanar a su hija. Al intentar exorcizar a la muchacha
para echar al genio de su cuerpo, éste se negó a salir y le espetó:
-Déjame
tranquilo, no quieró marcharme; estoy muy bien dentro del cuerpo de la chica.
¡Vete!
Al cabo de
un tiempo, viendo que su hija estaba cada día más enferma, el alcalde mandó
llamar al exorcista.
-Quiero
que cures a mi hija. Si no lo haces te voy a cortar la cabeza.
El pobre
humano no sabía cómo resolver la cuestión por un lado el genio no quería salir
y por el otro su cabeza estaba en juego. ¡Vaya un dilema!
Meditando
cómo salir del atolladero en que le había metido el genio vio, en medio del
bullicio del mercado de las calles principales de la ciudad, a dos mujeres muy
parecidas a las suyas. Sin pensarlo dos veces las llamó y las contrató:
-Venid
conmigo, os invito a visitar esta casa.
Cuando
llegó ante la puerta de la casa del alcalde el guardia les impidió el paso.
-Voy a
visitar a la hija del alcalde, me está esperando -explicó el humano.
Y el
guardia le abrió la puerta.
Cuando
estuvo delante de ella, salió el genio enfadado:
-¿No te
he dicho que me dejes en paz? ¡No pienso irme de este cuerpo! ¡Ya te puedes
marchar!
-¡Pssst!
¡Oye! -dijo el humano en voz baja-. No he venido a molestarte, sólo quiero que
sepas que nuestras mujeres están aquí.
Con un
gesto incrédulo el genio se asomó, las vio y salió volando de miedo.
051 Anónimo (saharaui)
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