Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 25 de mayo de 2012

El genio y el humano

Érase una vez un genio y un humano con sus espectivas mujeres. Hablando, dijo un día el genio:
-Mi trabajo es introducirme en los cuerpos de los seres humanos; los domino y los vuelvo locos. Tú puedes exorci­zarlos, yo salgo y así podemos ganarnos bien la vida.
Sus mujeres oyeron esta conversación y decidieron robarles la idea y llevar a cabo sus proyectos.
Los dos hombres lo perdieron todo y se quedaron sin nada que hacer. El humano le dijo al genio:
-Las mujeres nos han dejado sin trabajó. Ahora no tenemos más remedio que salir a ganarnos el sustento.
Decidieron ir a la ciudad y andando, andando, encontra­ron una en donde había un alcalde cuya hija era la más her­mosa de todas las muchachas que allí había. Cuando entra­ban, dijo el genio:
-Lo que haga uno debe, respetarlo el otro, ¿de acuerdo?
Partió el genio y se introdujo dentro del cuerpo de la hija del alcalde y, ésta se volvió loca.
La noticia llegó a oídos del humano; quien se presentó: ante el alcalde y le dijo que él conocía la manera de sanar a su hija. Al intentar exorcizar a la muchacha para echar al ge­nio de su cuerpo, éste se negó a salir y le espetó:
-Déjame tranquilo, no quieró marcharme; estoy muy bien dentro del cuerpo de la chica. ¡Vete!
Al cabo de un tiempo, viendo que su hija estaba cada día más enferma, el alcalde mandó llamar al exorcista.
-Quiero que cures a mi hija. Si no lo haces te voy a cor­tar la cabeza.
El pobre humano no sabía cómo resolver la cuestión por un lado el genio no quería salir y por el otro su cabeza estaba en juego. ¡Vaya un dilema!
Meditando cómo salir del atolladero en que le había metido el genio vio, en medio del bullicio del mercado de las calles principales de la ciudad, a dos mujeres muy parecidas a las suyas. Sin pensarlo dos veces las llamó y las contrató:
-Venid conmigo, os invito a visitar esta casa.
Cuando llegó ante la puerta de la casa del alcalde el guar­dia les impidió el paso.
-Voy a visitar a la hija del alcalde, me está esperando -explicó el humano.
Y el guardia le abrió la puerta.
Cuando estuvo delante de ella, salió el genio enfadado:
-¿No te he dicho que me dejes en paz? ¡No pienso irme de este cuerpo! ¡Ya te puedes marchar!
-¡Pssst! ¡Oye! -dijo el humano en voz baja-. No he ve­nido a molestarte, sólo quiero que sepas que nuestras muje­res están aquí.
Con un gesto incrédulo el genio se asomó, las vio y salió volando de miedo.


051 Anónimo (saharaui)

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