Érase
una vez una familia que vivía en un uad
y que estaba compuesta por siete hijas, una de las cuales se hallaba en
estado.
Un buen
día, vino un gazi y se llevó todo su
ganado, pero una camella pudo escaparse y volvió a donde estaban las muchachas.
Decidieron
hacer una carrera para ver quién llegaba primera y se quedaba con la camella.
La muchacha que estaba encinta, como no podía correr, se apartó de sus hermanas
y se adentró en la selva.
Estuvo
andando, andando, hasta que le vinieron los dolores de parto. Vio una cueva y
entró en ella. Había dos cachorros de león, pero ella dio a luz allí. Los
cachorros le preguntaron su nombre y ella respondió que se llamaba «Entrenosotros».
La madre
y el niño continuaron en la cueva alimentándose de lo que la leona cazaba para
sus cachorros.
Cuando
la muchacha cogía un pedazo de carne los cachorros empezaban a lloriquear y a
vociferar. La leona les preguntaba qué les ocurría y ellos contestaban: «Es
Entrenosotros».
Entonces
ella les decía que, si era entre ellos, ella no podía hacer nada.
Pasaron
muchos días y los cachorros crecieron. La muchacha les pidió que no los
descubrieran a la leona porque tenía miedo a que los devorase. Uno de los
cachorros respondió:
-No
tengáis miedo, yo estaré con vosotros y os voy a ayudar en todo. Le contaré a
mi madre vuestra historia.
Así lo
hizo y le pidió que tuviera piedad de ellos y no los comiese. La leona
respondió:
-Está
bien, pueden quedarse entre nosotros.
Y cada
vez que salía traía comida para todos y juntos la com-partían.
Hasta
que un buen día empezó a escasear el ganado en la selva y la leona le pidió a
la mujer que la acompañase en sus cacerías para ayudarla y hacerle compañía.
La chica
accedió y al día siguiente salieron juntas a cazar. Al hallarse a una cierta
distancia de la cueva la leona la devoró y sólo dejó de ella los senos, que
llevó a la cueva. El hijo de la mujer los vio y se los enseñó a su amigo el
león.
-Déjala,
déjala hacer el mal, yo os he prometido cobijo; cuando llegue el momento yo
vengaré a tu madre -le respondió.
Cuando
llegó la leona la mató y el chico y el león siguieron juntos.
El león
cazaba y lo compartía todo con el muchacho y así fueron creciendo juntos hasta
llegar a la adolescencia.
Un día
llegaron a las cercanías de un poblado y dijo el león:
-Vete
con los tuyos. Córtate el pelo y aséate. Nos encontraremos aquí de nuevo.
El
muchacho se fue al poblado y al entrar fue rodeado por muchos de sus
habitantes, que se lo llevaron con ellos. Lo llevaron a la presencia del shej [1],
quien escuchó con atención su historia. Después lo lavaron, le cortaron el pelo
y le pusieron ropas limpias.
Le
preguntó el shej cómo se había
comportado el león durante este tiempo, a lo que contestó el muchacho:
-Su
trato fue excelente, se comportaba como si fuese mi hermano. Pero despedía un
hedor nauseabundo por la boca.
Pasado
un tiempo regresó en busca de. su amigo el león. Cuando lo encontró, éste le
suplicó que le hiriera con su navaja. Sorprendido, el muchacho le contestó que
nunca podría hacer semejante cosa, puesto que él era su amigo.
Mas el
león insistió y volvió a insistir, alegando que se enfadaría con él si no hacía
lo que le pedía. El chico accedió al final y con su navaja hizo un corte al
león.
Éste fue
curándose la herida hasta que desapareció completamente la cicatriz y le dijo
entonces a su compañero que buscase la señal del corte. El muchacho no pudo
encontrar nada y el león sentenció:
-Se cura
y se cicatriza la herida, no olvidándose jamás la ofensa.
051 Anónimo (saharaui)
[1] Shej: Jefe de un poblado, frig o ciudad.
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