El
águila y el erizo iban a hacer una carrera y el águila dijo:
-Erizo,
tú no puedes competir conmigo, porque yo puedo volar y tú no.
-A mí no
me importa -contestó el erizo-. Dame tiempo y yo ya te avisaré cuando esté
preparado.
Dejó al
águila y se fue corriendo a buscar a los demás erizos. Cuando los tuvo a todos
reunidos les explicó su intención de hacer una carrera con el águila y cuál
era su plan para poder ganar.
Los fue
distribuyendo a lo largo del recorrido, medio escondidos entre los arbustos, y
se fue a buscar al águila para decirle que ya estaba preparado para empezar la
carrera.
Se
pusieron ambos en la salida y partieron, uno volando y otro corriendo. El
erizo, al cabo de unos minutos, se escondió y salió el otro erizo en mitad del
camino. El águila iba preguntando de vez en cuando:
-¿Dónde
estás erizo?
Y el
erizo que se hallaba más cerca de ella respondía:
-¡Aquí!
¡Aquí estoy!
Y volvía
a esconderse. Así hasta llegar a la meta, donde el águila encontró al erizo,
que le decía:
-Ya
estoy aquí. He ganado.
No se
quedó el águila muy convencida y le dijo al erizo:
-Yo sé
que tú eres muy inteligente y quiero que me contestes a una pregunta.
-Las que
quieras -respondió el erizo, satisfecho.
-Hace
tiempo que tengo gran curiosidad por saber cómo es la cabeza de los erizos. No
la he visto nunca. Me gustaría verla.
-Si me
prometes no hacerme ningún daño, te la voy a mostrar. Debes cogerme con tus
garras y levantar el vuelo. Cuando estemos muy arriba te asomas y verás mi
cabeza.
Así lo
hicieron. Y cuando el águila vio la cabeza del erizo, lo soltó de repente. Éste
fue a darse contra unas piedras y se mató.
051 Anónimo (saharaui)
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