Un
día llegó un mosquito a la corte de Salomón, el rey sabio.
-Oh,
gran Salomón, la paz sea contigo -dijo en alta voz. Vengo a
suplicarte que rectifiques las injusticias
de
las que tu corte me hace objeto diariamente. A lo que Salomón
replicó:
-Haz
constar tus quejas y ciertamente serás escuchado.
Dijo
entonces el mosquito:
-Ilustre
y digno señor, mi queja es contra el viento. Cada vez que salgo al
aire libre, llega el viento y, con su soplo, me lanza muy lejos. Por
consiguiente, no tengo esperanza de alcanzar los lugares que creo son
mi destino legal.
Habló
el rey Salomón:
-De
conformidad con los principios de justicia generalmente aceptados,
no puede admitirse queja alguna si no se halla presente la parte
acusada para contestar los cargos.
Se
volvió a los cortesanos y ordenó:
-Llamen
al viento para que exponga su punto de vista. Llamado el viento, una
suave brisa fue heraldo de su presencia. Después se hizo más
fuerte.
Entonces,
el mosquito gritó:
-¡Oh,
gran rey!, retiro mi queja, porque el aire me está obligando a volar
en círculos y, antes de que el viento llegue realmente, yo habré
sido arrastrado muy lejos.
Así
fue como las condiciones exigidas tanto por el demandante como por la
corte fueron consideradas imposibles para la causa de la justicia.
0.187.1
anonimo (asia) - 065
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