Blas
era un albañil muy diligente que trabajaba siempre con el mayor
interés. ¡Pero a veces era muy olvidadizo!
Una
mañana, se presentó en la consulta de la veterinaria Mariví.
-¡El
albañil Blas a su servicio! -anunció. Me parece que tiene un
encargo para mí.
-Yo
no, Blas -contestó Mariví, sino Pilar, la empleada de correos.
-¡Claro!
-dijo Blas. Lo siento, ¡qué olvidadizo que soy!
-Y
se marchó a casa de Pilar, la empleada de correos, donde repitió:
¡El albañil Blas a su servicio!
-¡Guau!-dijo
Rocky, el perro de Blas.
-Entra
-respondió Pilar. Sacó un plano y se lo enseñó a Blas.
-Quiero
construir una caseta de juegos en el jardín -añadió. Es una
sorpresa para mis nietos, Pedro, Paula y Paty. He dibujado este plano
para enseñarte cómo debe ser.
Blas
y Pilar se pusieron a mirar el plano juntos.
-La
caseta de juegos ha de tener dos puertas grandes -dijo Pilar, una
delante y otra detrás.
La
trasera, con un pequeño escalón. Debe tener cinco ventanas: dos a
ambos lados de la puerta delantera, y las otras tres, una en cada
pared.
-Sí,
ya veo -dijo Blas.
-Y
un tejado inclinado -añadió Pilar. Nada de tejados planos.
-De
acuerdo -respondió Blas. Lo haré lo mejor que pueda.
Pilar
se fue a la oficina de correos y Blas empezó a trabajar. Pero justo
cuando acababa de empezar sopló una fuerte ráfaga de viento que se
llevó volando el plano de Pilar.
-¡GUAU!
-ladró Rocky. Dando un salto, intentó cogerlo.
¡Oh,
no! El plano se había enganchado en las ramas de un árbol. Rocky
consiguió hacerse con él, pero cuando llegó a manos de Blas estaba
hecho jirones.
-¡Oh,
cielos! -gimió el albañil Blas. ¿Cómo voy a construir la case-ta
de juegos?
Blas
trató de recordar todo lo que aparecía en el plano, pero enseguida
se hizo un lío.
-¿Eran
cinco ventanas y dos puertas con un escalón? –se pregón-taba
Blas. ¿O eran dos ventanas y cinco puertas con tres escalones? ¿El
tejado era plano o inclinado? ¿Y las puertas, grandes o pequeñas?
¡Oh, cielos, cielos!
Blas
decidió hacerlo todo lo mejor posible. Se puso a medir... mezclar...
poner ladrillos... aserrar madera... clavar clavos... fijar
tornillos... hacer argamasa... pintar... Y se esforzó por hacerlo
todo lo mejor posible.
A
última hora de la tarde, Pilar volvió de su trabajo en la oficina
de correos. Estaba impaciente por ver lo que Blas había hecho. Pero,
¡vaya sorpresa se llevó! El tejado de la caseta de juegos era
plano. La parte inferior de la casa estaba inclinada. Había dos
escalones que conducían a dos puertas situadas a un mismo lado de la
casa, y dos pisos de alturas diferentes. En una pared había dos
ventanas y en la otra, una.
-¡Está
todo mal! -dijo Pilar. ¿Qué harás para arreglarlo todo a tiempo?
Pero
a Blas no le dio tiempo ni de responder, porque en ese momento
llegaron los nietos de Pilar.
-¡Ooooh!
¡Mira! ¡Una caseta de juegos! -gritaron contentísimos echando a
correr hacia allí. ¡Y tiene una puerta para cada uno!
-¡Y
podemos subirnos al tejado! -dijo Puty.
-¡Y
deslizarnos por un tobogán! -añadió Pedro.
-¡Y
como hati tantas ventanas entra mucha luz! -dijo Paula.
-¡Abuela,
es la mejor caseta de juegos del mundo! -dijeron los niños.
Es
perfecta. ¡Muchas, muchas gracias!
-A
quien tenéis que dar las gracias es al albañil Blas -sonrió Pilar.
-Lo
he hecho todo lo mejor que he podido -respondió Blas, sonriente.
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anonimo cuento - 061
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