Muchos
años atrás, antes de que creara la Tierra, Dios creó los pájaros;
y ellos vivían en el Jardín del Edén.
Había
pájaros grandes y pequeños, todos de hermosos colores y de
maravilloso plumaje y el que tenía la voz más fuerte era el gallo.
Volaban
por el aire soleado del jardín, que les brindaba con sus árboles y
flores comida en abundancia; y con el agua cristalina de sus
múltiples arroyos apagaban su sed en aquellos días dorados.
Las
frutas y bayas eran tan deliciosas, y la compañía de los ángeles
tan divina, que el gallo empezó a sentirse descontento con esta vida
demasiado cómoda y ansioso de aventuras.
Así
que un día dijo al ángel que cuidaba del bienestar de los pájaros:
-¿Dónde
podría ir para encontrar algunas aventuras y algún significado para
mi vida, pues no hago nada de importancia en este lugar donde todo es
bondad y luz?
Y
el ángel contestó:
-Paciencia,
valiente gallo, Dios el Misericordioso, el Compasivo, ya ha dispuesto
tu situación.
Entonces
el gallo, mesando y arreglando sus plumas, lanzó un grito fuerte y,
lleno de orgullo, dijo a los otros pájaros:
-¡Pronto
me darán un puesto importante! Presten mucha atención, pues uno de
estos días voy a darles una gran sorpresa.
Los
otros pájaros dijeron:
-Hermano,
¿qué clase de noticias son éstas?, ¿no estás satisfecho con la
vida tal como es aquí en el sol del Jardín, entre árboles cargados
de las frutas más selectas?
Pero
el gallo gritó más fuerte aún y voló muy alto en el cielo, ya que
estaba hinchado de orgullo, pues en aquellos tiempos los gallos
podían volar tan alto como las águilas.
Y
entonces el ángel se acercó al gallo y le dijo:
-Dios,
el Misericordioso, el Compasivo, ha creado la Tierra allí debajo de
nosotros y ha puesto en ella toda clase de seres: humanos y animales.
Tú has de ir allí y llevar la noticia de la grandeza de Dios a
todas esas criaturas.
-¿Entonces
seré nombrado Heraldo -exclamó el gallo, el Mensajero de noticias
Incomparables?
-No,
no -dijo el ángel,
debes volar hasta allí y volver enseguida, después de haber dicho a
los hombres, animales y pájaros de allí abajo que mañana amanecerá
por primera vez. Debes proclamar la grandeza de Dios, el Uno, usando
tu voz con toda su fuerza y volver directamente aquí. Este es el
mensaje que me han ordenado darte.
Entonces
el gallo voló a la tierra. El primer día estaba rompiendo. Y el
gallo, voceando con toda su fuerza gritó a los recién creados:
-¡Oh
hombres, animales y pájaros! Dios me envía a darles la bienvenida
al mundo y a decirles que yo, el Heraldo de los días de Dios, el
pájaro de la voz más fuerte en el Jardín del Paraíso, he sido
elegido entre todos ellos para esta tarea.
Asombrados
todos cuantos le oyeron, hombres, animales y pájaros se postraron
maravillados ante el gallo, rindiéndole tributo.
El
gallo se levantó muy alto por el aire para demostrar su gran
destreza y su corazón se hinchó de orgullo.
Cuando
llegó la noche, se sentía tan cansado de tanto volar y contonearse
que se quedó dormido, olvidándose por completo de que debía haber
vuelto directamente al Paraíso.
Pasaron
varios días en los que el gallo a la hora del alba despertaba con
su grito de clarín a todo el mundo y todavía lo seguían tratando
con reverencia.
Pronto
comenzó a pensar que él era la criatura más importante en el mundo
recién creado, y contoneándose entre los nuevos hombres y
sacudiendo su penacho miraba a su alrededor con arrogancia.
Luego
recordó las palabras del ángel y pensó:
-Mejor
que vuelva ahora al jardín y lo más pronto posible, pues tengo la
sensación de que ya me he quedado demasiado tiempo en la tierra.
Emitió
un grito fuerte, juntó sus pies y sacudió sus alas listo para
remontarse de nuevo hacia los cielos.
Pero,
a pesar de probar una y otra vez, no había fuerza en sus alas. Logró
sólo levantarse unos pocos pies por encima de la tierra y cayó otra
vez al suelo.
Así,
el gran orgullo del gallo, causó su perdición. Por haber olvidado
la palabra de Dios tuvo que quedarse prisionero de la tierra. Por eso
se puede ver a menudo cómo el gallo agita las alas contra su pecho,
tratando de recuperar su velocidad anterior, pero ya nunca más puede
volar ni tan siquiera sobre la cerca del jardín.
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anonimo (asia) - 065
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