Helmut
era un hombre muy fuerte y trabajador que se ganaba la vida como
leñador. Vivía en una casa en el bosque con su esposa Helga, que un
año antes había dado a luz a un niño al que le habían puesto por
nombre Karl.
Helmut
era gigantesco, medía más de dos metros y podía llevar dos árboles
bajo cada brazo, y a pesar de los continuos regaños de su mujer,
nunca evitaba una buena pelea. Cuando alguien quería medir sus
fuerzas con él, le daba una buena paliza para que se le fueran las
ganas de pelear para siempre. Nunca había rechazado una pelea y
nunca había perdido ninguna.
Su
mujer siempre le decía: "No busques problemas, porque un día
te encontrarás con un rival que pueda vencerte. Y no quiero
perderte".
Helmut
no le hacía caso a su mujer, pero la fama de gran luchador comenzó
a precederlo y ya nadie deseaba pelearse con él.
Sin
embargo, el tiempo fue pasando y los bosques ya no eran tan apacibles
como antes y cada tanto el leñador se enfrentaba con algún
asaltante que tomaba la decisión, a partir del encuentro con los
puños de Helmut, de poner fin a su carrera delictiva.
Pero
un día de otoño sucedió algo inesperado, algo digno de contarse en
esta historia. El gran luchador regresaba de su trabajo acarreando
dos buenos árboles debajo de cada brazo cuando un ogro saltó en su
camino.
El
ogro era gigantesco, mucho más grande que Helmut. Sus brazos eran
fuertes y terminaban en garras. Su cuerpo estaba cubierto por un
grueso pelaje negro. Su boca abierta y plagada de colmillos despedía
un terrible hedor y sus ojos verdes brillaban como dos estrellas en
una noche oscura.
-¡Eres
grande y te comeré! -dijo el ogro antes de atacar.
Helmut
no se asustó, pero se sorprendió al encontrarse con ese terrible
monstruo, pues nunca en toda su vida había visto nada igual. También
supo inmediatamente que no podría ganarle en un combate cuerpo a
cuerpo sin armas, pues aquella criatura tenía zarpas afiladas como
cuchillos y su boca era más terrible que la de una fiera salvaje.
Dejó
entonces caer uno de los troncos que llevaba y usó el otro como un
garrote, y cuando el ogro saltó para atraparlo le arrancó la cabeza
de un solo golpe.
El
cuerpo cayó inerte derramando sangre por el cuello destrozado y la
cabeza rebotó contra algunos árboles hasta detenerse.
Helmut
se acercó sigilosamente y comprobó que efectivamente estaba muerto.
Nunca había visto una cosa tan espantosa. Nadie se lo creería. Así
fue como decidió llevarse la cabeza como trofeo para mostrársela a
sus amigos y a otra gente del pueblo.
Cuando
regresó a la casa, dejó los dos troncos en el cobertizo para luego
trabajar con ellos y entró con la cabeza del ogro en una mano para
mostrársela a su mujer.
Helga
dio un grito aterrador y el bebé comenzó a llorar de inmediato.
-¿Cómo
se te ocurre traer esa porquería a nuestra casa? -dijo la mujer con
voz en trueno.
-Para
que me creas tú y para que todos los demás también me crean.
-¡Deshazte
de esa cabeza inmediatamente!
-¡Claro
que no! ¡Y deja de gritar que harás llorar más al niño!
-¿Nunca
te pusiste a pensar que su familia puede venir aqui a reclamarla?
-Nadie
vendrá, y si lo hacen, los venceré a todos.
El
resto de la jornada continuó en silencio. Helga le sirvió la comida
sin decir ni una sola palabra y Helmut hizo lo mismo. Sobre el hogar
de piedra, donde ardía el fuego que daba calor a toda la casa, el
hombre había puesto la cabeza del ogro.
Ya
era entrada la noche. Helmut permanecía junto al fuego tallando una
madera con un afilado cuchillo mientras Helga estaba a punto de irse
a dormir, cuando tres fuertes golpes sonaron contra la puerta de la
casa.
-¿Quién
es? -gritó Helmut con su voz grave.
-Vengo
a que me entregues la cabeza de mi hermano.
Helga
palideció y corrió hacia la cuna para tomar a su hijo en brazos.
-Pues
no te la daré.
-¡Dásela!
-le gritó la mujer tratando de que su voz sonara como un susurro.
-Si
no me la entregas por las buenas, te la quitaré por las malas -dijo
la voz desde el otro lado de la puerta.
El
rostro de Helmut se puso rojo como la sangre y la furia desbordó su
alma. Se puso de pie de un salto, abrió la puerta de un golpe y se
encontró con un ogro más grande y terrible que el anterior. Y antes
de que el monstruo pudiera hacer el menor movimiento Helmut lo
degolló de un solo tajo preciso y veloz, utilizando la afilada
navaja con la que estaba tallando.
El
ogro se llevó las manos al cuello mientras la sangre empapaba su
pelaje amarronado, pero la cabeza se deslizó de su cuello como si
estuviera aceitada y cayó a la tierra. Luego el cuerpo se desplomó
inerte.
Helmut
tomó la cabeza y por un acto reflejo cerró la puerta de un golpe.
Llegó hasta el hogar y colocó la segunda cabeza junto a la primera.
Pero
no bien había terminado de acomodarla tres nuevos golpes sonaron en
la puerta.
¿Quien
es? -preguntó Helmut mientras su esposa abría aún más sus ojos
desmesurados.
-Vengo
por las cabezas de mis dos hermanos -dijo una voz terrible desde el
exterior.
-Pues
no te las daré.
-Si
no me las entregas por las buenas, te las quitaré por las malas.
Helmut
caminó pisando fuerte mientras su mujer palidecía cada vez más.
El
hombre abrió la puerta y descubrió un ogro mucho más grande que
los anteriores, que permanecía más alejado, con la boca abierta y
las garras abriéndose y cerrándose.
Helmut
bajó los tres escalones que lo separaban de la tierra armado con su
cuchillo.
-¿Eres
un cobarde que usas cuchillo?
Helmut
apretó los dientes hasta que su mandíbula se puso blanca y arrojó
el cuchillo a un costado. La hoja reluciente se clavó en la tierra.
El
ogro gritó mientras corría hacia el leñador con las garras
preparadas y la boca abierta. Cuando estuvo lo suficientemente cerca,
Helmut lo agarró por cada brazo y echándose hacia atrás lo hizo
volar por sobre su cabeza hasta estrellarlo contra el suelo. De un
salto se puso sobre él y agarrando los brazos del ogro los usó para
decapitarlo con el filo de sus propias garras.
Tomó
su trofeo y regresó a su hogar para colocarlo junto a los otros.
No
acababa de recobrar el aliento cuando se escucharon, nuevamente, tres
golpes terribles en la puerta.
-¿Quién
es?
-Vengo
por las cabezas de mis tres hermanos.
-Pues
no te las daré.
-Si
no me las entregas por las buenas, te las quitaré por las malas.
Helmut,
furioso, abrió la puerta y salió. Pero no logró ver al ogro... o
eso creyó que sucedía.
Este
ogro era tan grande como un árbol. Helmut tuvo que mirar hacia
arriba para poder verle el rostro.
-Te
arrepentirás por lo que has hecho.
El
leñador entró corriendo en su casa, tomó la mejor hacha y volvió
a salir, mientras daba un grito de furia, y atacó con un gran golpe
una de las piernas del ogro.
La
criatura trató de aplastarlo, pero al ser tan grande también era
muy lenta y Helmut era muy rápido. Así cada vez que intentaba
aplastarla con su gigantesco pie, el leñador se hacía a un lado y
descargaba un fuerte golpe de hacha que hacía saltar sangre y carne.
El
ogro se agachó para darle un golpe con una de sus garras, pero
Helmut lo vio venir desde lejos y aprovechó para cortarle un dedo
con el filo de su hacha.
El
ogro se tomó el muñón con su otra mano y ése fue el momento que
el hombre aprovechó para volver a hachar con fuerza la misma pierna,
en la que iba haciendo una abertura como si fuera el tronco de un
árbol.
Un
terrible "crac" se escuchó cuando Helmut rompió el hueso.
El ogro se derrumbó contra los árboles y el leñador corrió por
arriba de su espalda hasta llegar al cuello, el cual comenzó a
hachar de inmediato.
El
ogro trató de quitárselo de encima pero todos los intentos fueron
en vano. Helmut decapitó al ogro y regresó arrastrando la enorme
cabeza hasta su hogar. Claro que cuando llegó a la puerta se dio
cuenta de que la cabeza era demasiado grande como para que pasara por
la abertura.
El
hombre, extenuado, se hallaba secándose la transpiración de su
frente mientras pensaba dónde poner la cabeza, cuando escuchó dos
nuevos golpes.
-¿Quién
es?
-Soy
una madre que ha perdido a todos sus hijos.
-¿Qué
es lo que quieres?
-Sólo
quiero que me devuelvas las cabezas de todos ellos para poder
enterrarlos en paz.
Helga
se levantó con la furia de una tormenta y le dijo con voz
terminante:
-¡Dáselas,
dáselas todas y termina esto de una buena vez! Helmut la miró por
unos instantes y finalmente se levantó, agarró todas las cabezas y
abriendo la puerta se encontró con una vieja ogresa de pechos caídos
y pelaje gris. En su boca había grandes agujeros por la falta de
dientes y el brillo de los ojos estaba casi apagado.
-Aquí
tiene, señora.
La
ogresa fue tomando las cabezas de a una y las depositó con cuidado a
un costado suyo.
-¿Puedo
preguntarle cómo murieron?
-Han
cometido el error de retarme para pelear
-¿Usted
los mató? -preguntó la ogresa con un hilo de voz rasposa.
-Sí
-dijo Helmut orgulloso.
-Mal
hecho.
Y
cuando terminó de decir sus palabras la ogresa extendió un brazo y
con sus garras decapitó a Helmut. Se agachó para recoger la cabeza
del asesino de sus hijos y la depositó en el umbral de la casa, ante
la mirada aterrada de Helga que aún permanecía con su hijo en
brazos.
La
ogresa miró a la mujer y luego a su pequeño hijo.
-No
me mires de esa forma, hubieras hecho lo mismo por tus hijos.
Luego
la ogresa se volvió, juntó las cabezas y se perdió en la oscuridad
del bosque.
Cuentos
de ogros
0.012.1
anonimo (alemania) - 078
No hay comentarios:
Publicar un comentario