En una fría mañana de invierno y tentado por
el hambre, un zorro madrugador recorría los gallineros y miraba los árboles
para divisar las gallinas que dormían en él.
De pronto quedó debajo de uno, viendo moverse un gallo. Largo rato aguardó
debajo de éste en espera que bajase. Como el
gallo no lo hacía, pues éste había notado la presencia del
zorro, comenzó a desparramar unos granos de maíz para tentar el estómago del gallo. Aguardó otro
rato. Impaciente ya el zorro y ansioso por darle caza, le dice:
Éste, fingiéndose no
oírlo alarga el pescuezo y mirando a lo lejos tratanto de divisar algo a la
distancia, se puso a contar:
El zorro afligido ya,
viendo que nada bueno podía esperar, comenzó a inquietarse y con más fuerza
pregunta:
Éste se mantiene sordo y estirando el
pescuezo todo lo que puede dice nuevamente y más alarmado:
El zorro al oír lo de
rabón y por instinto del
miedo, bajó la cola y haciendosé el chiquito, olvidándose de la presa codiciada
que aguardaba, echó a correr todo lo que pudo. El rabón era nada menos que un
perro cazador. El gallo, riendosé de la astucia del zorro, bajó a comer
tranquilamente, pensando que él, teniendo una cabecita tan chica, pudo inventar
la mentira del rabón para librarse de las garras del zorro.
Dolores Celia Alaya, 45
años. Ciudad de Corrientes, 1950.
La narradora, que es directora
de escuela, oyó contar este cuento a una mujer del pueblo en El Malezal (Esquina).
Cuento 41. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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