Éste
era un Rey que enviudó, ¿no? Que había teníu una hija que tenía
dieciséis años u diecisiete. Entonce no faltó quien le dijiera que
él tenía que ser casado con la mejor niña que hubiera en el pago.
Y buscó por todos lados y las hizo venir de todos lados a las niñas.
Y sabía que ninguna había mejor que la hija de él, ¿no? Entós le
dijo a la niña que tenía que ser casado con ella, porque nu había
otra niña mejor, ¿no? ¡Que la niña se oponía!
No,
y que no había caso. Entonce le dice que dejara pasar un año, que
era demasiado joven. Entonce le aceptó el Rey. Y en aquel año,
buscó la niña los medios posibles cómo iba hacer para defiarse de
la casa del Rey. Y ésta tenía una amiga, había de ser de mala
vida, una mujer hechicera, que ella le dio la idea, ¿no? Y ella le
dijo:
-Yo
te viá regalar un guante. Al ponerte este guante quedás negra.
Puede ser que se desilusione de verte negra, ¿no? Pero no va a ser
basta. Ya sabe que sos blanca. Hacete hacer un barco.
-Y
tantos trozos de corcho que tienen de balde. Hacé buscar a ver quién
sabe hacer barcos y haceseló hacer todo con corcho. Que te haga un
barco de corcho. Que te sirva de pieza y todo, y te encerrás ahí.
Entonce, ya una tarde, como para ir a pasiar un rato, te vas al
barco. Y hasta yo voy a ir a amarrar el barco, como se ofrezca. Y te
largás a la Providencia. Por ahí te van hallar y vas a salir.
Y
le gustó a la niña. Hizo hacer el barco. Se lo hicieron muy pronto.
Entonce se decidió. Llevó la ropa de ella que tenía de todo
suficiente. Y ocurre que salió el Rey. Una noche ella fue y se subió
al barco y lo largaron los que sabían que se iba a embarcar ella. Lo
largaron y siguió por la mar nadando el barco, a la que Dios es
grande, ¿no?
Esta
señora, la hechicera, li había dado varios vestidos muy bonitos,
que posiblemente en algunas naciones no había de esas mismas telas y
colores. Y anduvo como seis meses en el agua, la niña. Nadie la
encontraba. Había en esa época muy pocos barcos, posiblemente. Y un
día amaneció cerca de una isla y logró de arrimar. Con la tabla,
esa de navegar, hizo andar su barquito y lo llevó a una parte que
había ráices para atar la soga, la marra que tenía, y salió a la
oría, ¿no? Y hacía como dos días que 'taba ahí. Andaba en la
oría y todos los días venía al barquito. La halla un joven de la
isla. 'Taba vestida de negro, con el guante negro, ¿no? Era una
negrita no más, muy dispuesta. Entonce la llevó y hizo llevar el
barquito, él. El joven aquél era hijo de un Rey tamén. Güerfano,
¿no? Había fallecido ya el Rey. Él tenía una hermana también, el
hijo del Rey. Se amigaron mucho las dos. Ésta siempre anda vestida
con el guante, diré, demostraba una negrita, no más. Le gustó
mucho a la otra niña, muy educada, la hija del Rey. Se civilizaba
también la niña de la isla. Muchas cosas que ella no las sabía
esta otra las sabía. Completamente amigas. Por áhi se ofreció un
baile. La convidan. Con pocas ganas de ir, no tenía voluntá.
-No,
que no voy a ir nada. ¡Qué se van a presentar ustedes con la negra,
allá! ¡No, no voy a ir nada!
Bueno.
Le hicieron poca instancia y se jueron, el joven y la niña. Quedó
ella de casera. Apenas se jueron, se sacó el guante, se vistió
bien. Y después salió ella a una distancia lejos, ¿no? Y allá
llegó esta niña muy rara, muy desconocida, muy bien vestida. Con
una ropa que no la habían visto nadie. La tenía áhi, pero nunca la
había visto la otra amiga. Entonces la recibieron muy bien. Se
enamoró mucho el joven de la niña aquélla. Procuraba de bailar con
ella. Por áhi, en una de ésas le da por servirle con una copa de
algún licor y se va y la trae personal. Cuando volvió no 'staba la
niña. La buscaban por todos lados.
¡Ucha!
¡Más enojau! ¿no? Y claro, se fue, no tomó nada. Y ya jue y le
conversaba lo que li había pasáu.
Entonce
se volvió a proporcionar otro baile más. Y él estaba para salir
ya. Se había ido la hermana ya. Y le dice la negrita a él:
Ella
se presentó otra vez, al poco rato. Salió él, se alistó bien y
esperó. Cuando acuerda llega la niña otra vez allá. Una alegría
bárbara para el joven, ¿no? Se volvió a juntar con la simpatía,
¿no? Y esa noche le dio un anillo, ¿no? Igualmente más tarde,
cuando ya se trató de que la haiga servíu con una copa u alguna
cosa, ¿no?, cuando se descuidó, se escapó la niña y se jue.
Vino
y no salía nada. Áhi no más guastó al suelo la copa, más
resentido que no sé qué. Salió y se jue por el camino que iba a la
casa de él. Cuando jue allá le conversaba lo qui había pasau, muy
triste. Al otro día amaneció y no quería levantarse, 'taba muy
apenau.
Lo
comenzó a tomar despacito. Mañeriaba pa tomar todo. Cuando lo va a
terminar, suena el anío adentro del jarro. Lo saca y lo mira. ¡El
anío de él!
Y
se fue la niña y la hermana fue a ayudale a vestirse. Y se vistió
en un momento y en seguida vino. Ya sin el guante. Era la misma niña
qui había visto en la noche, ¿no?
-Por
qué se presenta de negra en el día y en la noche es ya blanca.
Cuando quiera salir a un baile se ha de presentar así. No se va
vestir de negra. No la quiero ver más negra así.
Y
ese mismo día, con un afán bárbaro, hizo buscar los medios
posibles para casarse con la niña. Y se casó con la niña. Así que
no volvió más al pago la niña.
Delfín
Prado, 75 años. Cortaderas. Chacabuco. San Luis, 1968.
Muy
buen narrador.
Cuento
1051. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 072
No hay comentarios:
Publicar un comentario