Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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jueves, 28 de junio de 2012

La insuficiencia del razonamiento ordinario

Se trataba de un discípulo pretencioso y petulante. Era frío como el rocío de la madrugada, sometiendo todo al criterio estricto de la razón, imponiéndose arro­gantemente a los otros con rigurosos razonamientos, exento de intuición, mucho más aún de compasión.
-Asesinas la frescura de la vida con esa actitud -le había reprendido a veces el maestro. No se trata de brillar sólo con la mente; no hay brillo más puro que el del corazón.
Pero el discípulo no aprendía la lección. Se instala­ba en sus fríos razona-mientos, que él tenía por muy eficaces y capaces de explicar absolutamente todo. No era la suya la duda que invita a la genuina búsqueda y a la sagaz investigación espiritual, sino la duda escépti­ca y sistemática que quiere reducirlo todo a la gélida lógica ordinaria.
Cierto día el maestro reunió a todos sus discípulos. Intuía que el discípulo estrictamente lógico tra­taría de formularle alguna pregunta que pudiera ponerlo en evidencia. El maestro comenzó a impartir enseñanzas y métodos a los discípulos. Luego abrió el ciclo de preguntas. Todos preguntaron con genuino afán de saber, pero el pretencioso discípulo, arrogante, preguntó con el ánimo de poner en grave aprieto al maestro:
-Maestro, tú que tanto has llegado a saber, podrás respondernos, ¿quién vela por los vastos espacios sidera­les, por los infinitos mundos?
-¡Oh, qué fácil pregunta! -repuso jovial e irónico el maestro. Naturalmente que dos intrépidos leopar­dos blancos.
Esperando una respuesta de orden más filosófica, durante unos instantes el discípulo se quedó descon­certado. Pero reaccionó enseguida para repre-guntar:
-¿Y quién vela por esos intrépidos leopardos blancos?
-¡Oh! -repuso el maestro-. Eso es todavía mucho más fácil. ¿De verdad que no lo sabes? Dios es quien vela por esos leopardos blancos.
El discípulo sonrió maliciosamente y se dijo para sí mismo: «Está cazado. Ya veremos qué reponde a mi próxima pregunta.» Y espetó la siguiente pregunta:
-Y bien, sabio maestro -con tono de marcada mordacidad, ¿quién vela por Dios?
Se hizo un denso y significativo silencio. La serie­dad asomó al rostro de todos los discípulos; pero la cara del maestro estaba relajada y amablemente son­riente.
-¡Qué pregunta tan fácil, querido mío! Suponía que con tu destreza lógica me harías una pregunta más dificil. ¿De verdad que no lo sabes? Es tan sencillo: por Dios velan otros dos intrépidos leopardos blancos.
Los asistentes estallaron en una sonora carcajada que quebraba el magnífico silencio de la tarde.

El Maestro dice: El pensamiento es insuficiente para poder desvelar lo que por su propia naturaleza está más allá del pensamiento.

Fuente: Ramiro Calle

004. Anonimo (india)


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